MONS. GONZALO LOPEZ M.

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miércoles, 30 de agosto de 2017

Durval Ângelo: "Francisco es un Papa de gestos fuertes, que está rescatando la Iglesia de los pobres"


Luis Miguel Modino
Brasil

Durval Ângelo es diputado del Estado de Minas Gerais, Brasil, desde hace 23 años, tiempo en el que siempre ha trabajado en el área de la defensa de los Derechos Humanos. Actualmente es Líder del Gobierno que comanda Fernando Pimentel, del Partido de los Trabajadores, que pretende, a partir de una propuesta democrática, ser instrumento de movilización de las comunidades de ese estado y dar prioridad a las políticas sociales, después de veinte años en que este aspecto fue dejado de lado.

En su juventud estudió teología y se declara afín a la Teología de la Liberación. Durante veinte años ha sido profesor del Instituto Santo Tomás de Aquino de Belo Horizonte y actualmente sigue con su actividad docente, a lo que se une su función de asesor, pues es miembro fundador del Centro Nacional de Fe y Política Don Helder Cámara, que se basa en tres ejes fundamentales, la articulación de las diferentes escuelas esparcidas por todo el país, el trabajo de quince asesores, que coordina el sacerdote Ernane Pinheiro, y un curso nacional de Fe y Política, en el que participan cristianos de diferentes confesiones y partidos y que ha formado a más de 300 alumnos, que hoy coordinan escuelas en todo el país.

En esta entrevista, Durval Ângelo hace un análisis sobre la actual situación político-social brasileña y de lo que, desde su punto de vista, supusieron los gobiernos de Lula y Dilma, insistiendo en la importancia de sus políticas sociales de inclusión como un instrumento que ayudó a combatir la desigualdad social en el país.

Como cristiano, destaca el importante papel que los obispos brasileños están desempeñando ante esta crisis, con palabras proféticas y actitudes comunes nunca vistas entre el episcopado del país, situación en la que dice tener una destacada influencia la figura del Papa Francisco, en quien ve un rescate de lo que tendría que ser la Iglesia de Jesucristo.

Al mismo tiempo, no duda en destacar la figura de Pedro Casaldáliga como símbolo para la Iglesia de los pobres de Brasil y una fuerte luz que muestra el camino que la Iglesia debe seguir.


¿Cómo se siente, desde su condición de político y cristiano, ante la situación actual por la que Brasil está pasando?

Los acontecimientos que estamos viviendo traen muchas luces, pero la luz puede iluminar al caminante y también ofuscar. Creo que estamos viviendo un momento de profunda crisis institucional en el país, después de un gobierno que durante trece años construyó una noción mínima de una era de derechos, donde tanto en los gobiernos Lula, como en el gobierno Dilma, se avanzó mucho en los programas de inclusión social.

Cuando hace dos décadas se inició el programa "Navidad sin Hambre", las estadísticas oficiales hablaban de que cuarenta millones de brasileños, un tercio de la población, pasaban hambre, lo que era un desafío para que la sociedad se movilizase. En el discurso de toma de posesión del presidente Lula, el uno de enero de 2003, él puso una meta muy modesta, diciendo que si al final de sus cuatro años de gobierno todos los brasileños pudiesen tener sus tres refecciones básicas, él ya se daría por satisfecho.

Esas eran palabras no tanto del un líder político, sino del "retirante nordestino" que también pasó hambre, que pasó por muchas dificultades en las favelas de São Paulo, del obrero que vio el sufrimiento de sus compañeros de trabajo, de alguien que en las caravanas de la ciudadanía recorrió todo el país y constató el hambre que la gente pasaba.

Al terminar los dos mandatos de Lula, podemos decir que tuvimos la mayor inclusión social proporcionalmente en el mundo, donde cuarenta millones de brasileños fueron incluidos, donde las estadísticas de personas que pasaban hambre cayeron hasta números ínfimos. El programa "Hambre Cero" tuvo un efecto muy fuerte. Como fruto de todas esas políticas, Dilma fue para la reelección en 2014 con 4,2% de desempleo, lo que según los economistas es una situación de pleno empleo.

Lo más interesante es que Lula y Dilma vivieron momentos de crisis mundial, en 2003 la invasión de Iraq, que hizo que el barril de petroleo se fuese a los 150 dólares, a lo que se unía la previsión de una larga guerra, y la crisis del mercado inmobiliario de 2008. Se consiguió mantener una situación de inclusión social, combate del hambre y creación de empleo en un momento en que el mundo caminaba en sentido contrario. En aquel momento el desempleo en España llegaba al 19 o 20%, y se disparaba al 40% entre los jóvenes.

Conseguimos avanzar en la inclusión por la educación, que es una política que permanece, fueron construidas 32 universidades públicas federales, después de 16 años sin ser construida ninguna, a lo que se unieron 240 escuelas técnicas federales. Puede ser que para un europeo eso le parezca mucho, pero para Brasil, con sus dimensiones, con un gobierno de Fernando Henrique Cardoso que cerró varias escuelas técnicas federales, eso no representa mucho en un país con 200 millones de habitantes, donde no se hizo todo y muchas cosas todavía necesitarían ser hechas.

En las universidades, entre quienes hacían curso superior, sólo el 7% procedía de las clases populares, cuando hoy en día el 50% de los estudiantes universitarios proceden de esas clases, lo que son políticas significativas, pero que se están perdiendo, a partir de un golpe de estado llamado constitucional, pero que no deja de ser un golpe, pues las reglas del juego del presidencialismo, que hablan de voto directo, no fueron respetadas.


A esto se une la cuestión de la corrupción, que según estadísticas internacionales representa el 25% del Producto Interior Bruto de los países, lo que en Brasil no es diferente. Lo que aparece en los medios de comunicación es la corrupción de los agentes públicos, que es terrible, pero que también se da en la evasión fiscal, pues siempre bromeo diciendo que la corrupción es una hija directa del capitalismo, pues él se mantiene de esa forma. Los paraísos fiscales hoy se llevan el 25% del Producto Interior Bruto mundial y de las empresas.

En ese sentido, Lula avanzó en lo que hace referencia a la corrupción, que pasó a ser considerada como crimen hediondo, adhiriendo la convención de la ONU de combate a la corrupción, que es una convención muy rigurosa. Creó autonomía para la Policía Federal, triplicando su número, y por primera vez en la historia de Brasil, el Fiscal General de la República fue elegido por votación dentro del ministerio fiscal.

Durante los ocho años del Gobierno Lula tuvimos 2500 operaciones de la Policía Federal, y en ninguna hubo interferencia del Gobierno Federal, en cuanto que en los ocho años del gobierno de Fernando Henrique Cardoso tuvimos 180 operaciones de la Policía Federal, todas ellas controladas. Teníamos un Fiscal General de la República que guardaba todo. Eso no quiere decir que esa corrupción que fue combatida, fuese estirpada.

Hoy el juego es más perverso y si no llevamos a cabo la reforma política de este país, no vamos a conseguir acabar con la financiación irregular de las campañas, que es la lógica de las elecciones y que acaba manteniendo todo el sistema de corrupción.

La respuesta a tu pregunta es que tenemos luces, pero es necesario dar un paso al frente, lo que va a depender del pueblo organizado, en la calle, movilizado. Hoy la gran palabra de orden no es sólo destituir a Temer como Presidente de la República, sino tener elecciones generales. Creo que con estas luces, es necesario que los movimientos sociales y las centrales sindicales se mantengan firmes.

Es importante destacar también que en la huelga general del 28 de abril, que tuvo una gran movilización, 150 obispos escribieron notas o grabaron vídeos convocando al pueblo para participar de la huelga general. Creo que nunca habíamos conseguido un consenso tan fuerte dentro de la jerarquía católica, ni en los tiempos de la Dictadura Militar.

Las luces son muchas porque las fuerzas vivas de la sociedad se están movilizando. Tenemos que saber para donde vamos y para donde queremos ir, tenemos que tener un programa mínimo de unidad en este momento. Siempre digo que para no ofuscarnos con esas luces, la unidad es una sola, ningún derecho menos. Aquello que hubo de conquista en este año, esa tiene que ser nuestra bandera de lucha.

La Iglesia católica ha emitido varias notas en los últimos tiempos contra la corrupción y contra las actitudes del gobierno, ¿qué valoración hace de esas notas?

La Iglesia siempre tuvo en cuenta eso en los documentos oficiales. Esa es la enseñanza oficial de la Iglesia en Brasil en los últimos cuarenta años en el área social y política, a partir del documento "Exigencias Éticas para un Nuevo Orden Político", que marcó los pronunciamientos de la Iglesia durante la Dictadura Militar sobre la cuestión de la ética. Pero ahora la Iglesia habló contra la corrupción, con notas muy buenas e importantes, que hablan de casos concretos, lo que marca una diferencia.

Son gestos concretos, como el que tuvo el 28 de abril, la Iglesia convocó al pueblo para ir a la calle, movilizarse, presionar, luchar contra la corrupción y mantener los derechos sociales, especialmente ante la reforma de la previdencia. Lo bueno es que ahora el pronunciamiento de la Iglesia no es teórico, sino sobre acciones concretas, lo que tiene una fuerza enorme, porque la Iglesia Católica y también algunas Iglesias evangélicas que se pronunciaron mostraron una mentalidad cristiana.

Esto es interesante porque los cristianos que están en el Congreso Nacional, sean los 85 evangélicos o los veinte y pocos que se dicen católicos, son en su gran mayoría muy conservadores y acaban votando a favor de propuestas impopulares, contra el pueblo, muchas veces para recibir proyectos parlamentarios que beneficien a sus Iglesias.

Por eso, esos pronunciamientos de la Iglesia Católica y de algunos pastores progresistas muestran que hay una contradicción entre el evangelismo y las confesiones cristianas que están representadas en el Congreso Nacional, lo que es impensable para un europeo, pues allí hay separación entre Iglesia y Estado, que es un avance del iluminismo. Los que están en el Congreso son muy conservadores, inclusive más que sus bases o su jerarquía. Por eso, creo que esos pronunciamientos de la Iglesia son correctos, son importantes, ayudan en la lucha y en la organización del pueblo.


Esos pronunciamientos de la Iglesia reconducen una dinámica que había sido instaurada antes del pontificado del Papa Francisco. En ese sentido, ¿el Papa Francisco ha ayudado a retormar esa dimensión profética que durante algún tiempo fue perdida dentro de la Iglesia Católica?

No tengo duda de eso. Creo que el papel del Papa hoy es un rescate de lo que tendría que ser la Iglesia de Jesucristo, es una retomada de los orígenes del Evangelio. No sólo por sus pronunciamientos, que son muy fuertes, no sólo por su mensaje. Él se negó a venir a Brasil para conmemorar los 300 años de Aparecida, dijo que no vendría con un gobierno ilegitimo en el poder, lo que es muy fuerte.

Pero por encima de eso, está la vida del Papa, su vida sencilla. En su reciente visita a Fátima él estaba en el altar, yo estaba en la zona de autoridades, y fuera de cualquier protocolo, salió andando para ir hasta la antigua capillita de los pastorcitos, donde es reconocido como un local especial de devoción. Estuvo allí sólo, hizo sus oraciones y volvió para su lugar.

Es un Papa de gestos fuertes, sencillos, y al mismo tiempo con un fuerte compromiso con el pueblo pobre, que está rescatando la Iglesia de los pobres. Su crítica hacia la riqueza de algunos sectores del clero, eventos suntuosos, exageraciones en la liturgia, a lo que se une la promoción del diálogo con el pueblo, la retomada del papel de las comunidades de base, que ha ayudado a aquello que yo llamo cristianismo de la liberación, que es más que la Teología de la Liberación.

Hablando de ese cristianismo de la liberación, recientemente fue publicado en la revista Veja un reportaje que decía que las comunidades eclesiales de base son la semilla del Partido de los Trabajadores en Brasil, afirmación que no se puede considerar muy legítima. ¿Existe ese sentimiento de rechazo por parte de la derecha brasileña contra los movimientos cristianos populares, contra las comunidades eclesiales de base, contra la Teología de la Liberación, y últimamente contra la propia jerarquía católica, contra los obispos y sus mensajes?

Vivimos una tensión, una lucha de clases. Recuerdo mucho a un obispo, Monseñor Quirino Adolfo Schmitz, ya fallecido, obispo de la diócesis de Teófilo Otoni, que publicó una carta hace cuarenta y un años, en la que decía que "hay sectores de aquí, de Teófilo Otoni, que dicen que la Iglesia fomenta la lucha de clases, que enfrenta a los ricos con los pobres, que la Iglesia predica la violencia. Se engañan los que piensan así, en realidad la cuestión de la lucha de clases está presente en nuestra sociedad, en las injusticias sociales, en el autoritarismo, en las pésimas condiciones de trabajo. La lucha de clases está presente en la tierra, que está en las manos de pocos, cuando la gran mayoría está sin tierra, que mantienen esas estructuras de injusticia". Tanto es así que él respondió a una investigación por parte de la Dictadura.

La lucha de clases también está presente dentro de la Iglesia. Un gobierno ilegítimo, al que el Papa critica y se niega a venir aquí para los 300 años de Aparecida, es apoyado por los arzobispos de Rio de Janeiro o de São Paulo. Si miramos bien, esa no es la Iglesia de los pobres, no es la Iglesia de la Liberación.

Creo que, a pesar de no haber leído el artículo de la Revista Veja, quien escribió eso es porque está defendiendo su "status quo". Aquellos que están con los pobres, aquellos que sufren, que es el mensaje fundamental del Evangelio, que podemos resumir en Juan 10, 10, son rechazados. Todo lo que niega el mensaje de Jesús, su Buena Noticia, todos los que dicen eso es porque están comprometidos con el orden establecido.

Las palabras de Monseñor Quirino, hace cuarenta y un años, en su carta, es válida para todos éstos, inclusive dentro de la propia Iglesia, porque las CEBs, las Comunidades Eclesiales de Base es el nuevo modo de ser Iglesia, la fuerza de la Iglesia. Es interesante ver que allí está gente de todos los partidos y gente que no tiene partido, pero que tiene un compromiso con la caminada de los pobres, pues si tú tienes el partido de los pobres, ese es el partido fundamental. Y las pastorales sociales también, siempre tuvieron ese papel. Pienso que el cristianismo de la liberación es aquel cristianismo que parte del principio de que ser cristiano hoy es tener compromiso con los dolores del pueblo y transformar esos dolores en alegría.

Usted es alguien cercano a Pedro Casaldáliga. ¿Qué es lo que Pedro Casaldáliga ha representado para la Iglesia de Brasil y para ese cristianismo de la liberación?

Es un símbolo para la Iglesia de los pobres de Brasil. Siempre bromeo y le digo que la Prelatura de São Félix do Araguaia es la prelatura de todos los cristianos que son de la Iglesia de los pobres en Brasil. Él es el obispo de todos nosotros, a pesar de su salud frágil nos regala todo mes de diciembre un poema sobre la Navidad verdadera, que es su mística y su compromiso, allí en São Félix do Araguaia, viviendo en ese lugar, en una casa sencilla, con teja de uralita, que se empeña en no cambiar, con su mismo cuarto a pesar de su delicada salud, recibiendo a todos con cariño, con su palabra.

Una cosa que Pedro no olvida es el cumpleaños de los amigos. Hoy él no está en condiciones de llamar por teléfono, pero alguien lo hace en su nombre. Él siempre siempre está preocupado, quiere conocer las cosas sobre la Prelatura de São Félix. Desde que llegó aquí, en 1968, y fue ordenado obispo, en 1971, todas las amenazas y persecuciones que sufrió, tantas y tantas veces que tuvo que andar con escolta de la Policía Federal, las presiones de los terratenientes, de quienes eran contra las causas indígenas y de los pobres.

Él representa a esa Iglesia y creo que Pedro Casaldáliga hoy es una luz muy fuerte, más que nunca, para indicar el camino de la Iglesia. Es interesante que poco después que el Papa Francisco asumió el pontificado, él mandó una carta a Francisco por Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel, en el primer encuentro que tuvieron. Francisco se comunicó con él, respondió e intercambiaron e-mails algunas veces, siempre desde la preocupación con la Iglesia.

Creo que Pedro continúa pensando firmemente y que el mundo entero y los pobres de Brasil están entre sus preocupaciones. La última carta que firmó sobre el golpe, junto con Monseñor Adriano Ciocca, es un gesto muy significativo, hablando del golpe y del riesgo de la pérdida de los derechos en Brasil.