MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

martes, 15 de noviembre de 2016

¿No va a haber misericordia para obispos y presbíteros casados? (IV)


Rufo González

“Misericordiosos como el Padre”

RC.- Esta es la mejor inspiración para todos, incluida la institución eclesial: el amor del Padre, expresado en la vida y en las palabras de Jesús. Claramente la ley del celibato no se inspiró en este amor. La Bula nos orienta: “Para ser capaces de misericordia, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios” (Mv. 13). A la escucha de Jesús, la encarnación más fiable de la misericordia del Padre. Mirar su conducta y seguirla es la mejor actitud cristiana.

El celibato obligatorio para el ministerio carece de inspiración bíblica
Más aún, la inspiración bíblica lo contradice. Es la pareja quien refleja la imagen del Dios-Amor: “Dios creó al hombre, varón y mujer, a imagen suya” (Gn 1, 27). “No es bueno que el hombre esté solo; voy hacerle una compañera” (Gn 2, 18). En este sentido humano de la Biblia, se inspiró Jesús para no exigir a sus apóstoles, ni siquiera recomendar la soltería o celibato. Jesús constata el hecho de diversas clases de solterías, entre las cuales aparecen los “que se hacen eunucos por el reino de Dios” (Mt 19,11-12). Ni lo alaba ni lo denigra. Es una posibilidad que algunas personas pueden elegir, pero que no es exigida para ningún servicio eclesial. Se trata de cristianos que encuentran su realización trabajando por el Reino de Dios, y por propia voluntad deciden no casarse. No está en la mente de Jesús exigir celibato para tarea alguna por el Reino. Los apóstoles estarían casados. De Pedro consta por casualidad. Para los judíos casarse y tener hijos era voluntad de Dios creador: “creced y multiplicaos” (Gn 1, 28). El clan familiar se ocupaba de dar en matrimonio a sus hijos.

Que no es “ley del Señor” claramente lo dice Pablo: “Sobre las vírgenes no tengo precepto del Señor” (1 Cor 7,25). Más aún, el autor de las Cartas Pastorales, atribuidas a Pablo, da un criterio para elegir supervisor (epíscopo, obispo) de las comunidades cristianas, perdido con esta ley: “que gobierne bien su propia familia” (1Tim 3, 4). Para quien decide no casarse, Pablo les aconseja: “si no se pueden contener, que se casen, pues es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7, 8-9). Esto es orientación bíblica. Por tanto, más valiosa que la norma eclesial. Dios no quiere que el ser humano esté “reprimiendo” su naturaleza habitualmente. La represión no produce “alegría ni serenidad”.

El programa del Jubileo debe vivirse con los obispos y presbíteros casados
“En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales… ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy!… En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias.., las heridas de tantos hermanos.. privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia…” (Mv. 15).

De la teoría a la práctica
Comparemos esta palabra del Papa, inspirada en la misericordia divina, con el testimonio de un sacerdote canario, biblista, profesor universitario. Invito a obispos y presbíteros en activo a abrir el corazón a la experiencia de este hermano, muy similar a la de muchos miles, dispersos por la vida. Es de una carta de Juan Barreto a su obispo, Ramón Echarren (+):

Trato vejatorio
“El trato recibido es vejatorio empezando por los procedimientos humillantes… en los trámites para obtener la secularización… Nada importa la experiencia, la preparación, los años de dedicación, ni siquiera la disponibilidad explícita. ¿Sabes, en términos económicos, la cantidad de horas, de recursos humanos de los que se prescinde tan ligeramente? Si obtienen la secularización, se los tolera en la comunidad, pero según la práctica vigente, y lo sabes tanto como yo, se los discrimina. Son sospechosos de por vida. No podrán, si no es por la benevolencia de algún obispo, ni dar clases de religión… Traidores, renegados, otros Judas son las expresiones al uso … y hay que oírlas cuando caen sobre uno para darse cuenta del peso brutal de cada una de ellas. Como pecadores públicos se les trata para público escarmiento. No podrán ni celebrar su boda en público”.

Silencio clamoroso
“Con todo y con ser tantos -ahí están las cifras- el silencio es clamoroso. Compañeros con los que habíamos trabajado toda la vida, ¿qué digo?, hermanos con los que habíamos convivido durante tantos años. No existen. Sin más. Son una vergüenza pública de la que no se habla para que no cunda el (mal) ejemplo. Para mí este silencio es el auténtico escándalo”.

Historias que no quitan el sueño a nadie
“Son miles los que han dado el paso. Y muchos son también los que han quedado atrapados en situaciones donde no les es posible ni retroceder ni avanzar. No quiero hurgar en esa otra herida escondida, aunque sangrante, de tantos dramas humanos en tantas historias ocultas o semiocultas, pero callarlo ahora sería igualmente hipocresía. Esas historias no quitan el sueño a nadie, al parecer, porque todo sigue igual en la fachada… Da la impresión de que no interesan los dramas personales ni la verdad que nos hace libres, sino la aparente blancura del muro que esconde tantas miserias. No hablo de perversiones ni de pecados, sino de sufrimientos ocasionados por situaciones insostenibles y del envilecimiento consiguiente de los dones de la vida que son los dones de Dios”.

El hombre para la ley
“¿Qué ha pasado? ¿Que se ha levantado un viento de corrupción en la iglesia? ¿Que han fallado los métodos de educación? ¿Es el hombre el que ha fallado o es la ley la que no es adecuada?… ¿Es el hombre para la ley o la ley para el hombre? No hablamos de una ley fundacional, constitutiva del ser o no ser del ministerio… Es tabú este tema. Y esto es, lo repito, escandaloso. Ese tic del silencio es el que creo reconocer… El proceder es el siguiente: todo está perfecto, nada hay que cambiar, las disfunciones se deben a problemas de educación, quizá a una vida de piedad en quiebra (falta de oración, etc.), a una vida afectiva no madura (falta de experiencia de amistad, etc … ) Conclusión: el fallo está en la persona, no en la ley…”.

Nos hemos lavado muy bien las manos…
“Se necesita la confesión ante notario del propio reo para que quede constancia de que no es la ley, sino la fragilidad humana de cada una de las personas responsables de la situación. Con la confesión de la culpa va pareja la asunción de la pena. Y todos tan tranquilos… Se ha excluido del ministerio a un veinticinco por ciento…, se los ha condenado al ostracismo eclesial, y, si algún reticente vacila en firmar, se lo empuja fuera para que no enturbie la conciencia. Con admirable imperturbabilidad organizamos semanas de oración por los hermanos separados, semanas de fe y cultura para captar creyentes, semanas por las vocaciones… y no nos cansamos de advertir -siempre a “los otros”- que hasta las prostitutas los precederán en el Reino de los cielos. Nos hemos lavado bien las manos…”.

Paradigma de ceguera e hipocresía
“Según mi entender, el modo de afrontar el tema es paradigma de ceguera e hipocresía escandaloso. Es su carácter sintomático lo que le da dimensión inquietante… No fue por planteamientos teóricos por los que me casé con Carmen. Lo hice porque nos queríamos ¡Eso es todo! No pensé que, en mis circunstancias, esa nueva situación me impidiese por sí misma, prestar a la comunidad el servicio que estaba prestando. Todo lo contrario”. (CURAS CASADOS. Historias de fe y ternura. R. Alario y Tere Cortés, coord. Moceop. Albacete 2010, pág. 177-179).