MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

jueves, 21 de julio de 2016

"Ojo por ojo deja el mundo ciego"



Padre Pedro Pierre

Basta una mirada sobre nuestro mundo para que veamos la generalización de la violencia. En Estados Unidos pasan a ser regulares las matanzas en escuelas, colegios, universidades, las de negros por partes de policías y ahora de los negros contra los policías. La semana pasada, Francia sufrió su cuarto atentado en año y medio. En nuestro país también los asesinatos son frecuentes. Todo esto nos deja cada vez más adoloridos, pesimistas y con un sentimiento de incapacidad frente a tales situaciones. Opaca todas las realidades positivas que construyen un mundo de paz, fraternidad y justicia. Lastimosamente, los gobiernos responden con más policías y más violencia. ¿Por qué no se recuerda la frase de Mahatma Gandhi, el gran profeta en India de la no violencia del siglo pasado: “¡Ojo por ojo deja el mundo ciego!”?

Nuestro sistema de organización social, política y económica basado en el crecimiento individual, competitivo y materialista conduce en gran medida a esta situación. Como ciudadanos, muchas veces nos dejamos llevar sobre este camino sin mayor reacción ni creatividad. La propaganda nos hace creer que más vale solo que mal acompañado y la felicidad sería el resultado de un consumismo y un bienestar sin límite: Lleve hoy y pague mañana. Si no reaccionamos nos invade la soledad y la felicidad nos parece cada vez más difícil de alcanzar. Algunos piensan que refugiándose en prácticas religiosas espiritualistas van a encontrar alivio y tranquilidad. Otros buscan su solución en las drogas, el sexo y más violencia; pero la vida se les vuelve peor, tanto para ellos como para su entorno.

Para encontrar satisfacción a nuestra ansia normal de felicidad, tenemos que andar otros caminos que nos remiten a lo esencial, tanto en la vida personal como en nuestra manera de vivir en sociedad. Los humanos somos fundamentalmente seres de relaciones: el sueño de alcanzar la felicidad individualmente es una gran ilusión. Es en la amistad, el servicio y la entrega que vamos a encontrar el verdadero sentido de nuestra vida personal: Quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Lo mismo ocurre con la organización social: si no optamos por las relaciones de fraternidad y la construcción de una ciudadanía más solidaria, iremos de decepciones en decepciones. Nuestra felicidad se construye trabajando por la felicidad de los demás: es necesariamente y a la vez íntima y colectiva. Eso comienza en la familia, donde hacemos nuestro aprendizaje de la vida en sociedad, basada en el amor, el compartir y la ayuda mutua.

En cuanto a las religiones, todas están basadas en el respeto a los demás y la convivencia armoniosa. La propuesta de Jesús es un proyecto de humanización personal y de convivir fraterno en nombre de un dios que es padre y madre de todos y protector de los empobrecidos. Viviendo cada uno en fraternidad con los que nos rodean y aportaremos nuestro granito de arena a un mundo más justo. Así lograremos la felicidad y mayor convivialidad en nuestro mundo tan desamparado y violento.