MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

jueves, 17 de diciembre de 2015

"Yo no soy creyente"


Pedro Pierre

Eso me dijo el otro día un amigo, refiriéndose a las costumbres religiosas de la Navidad. “¿Y en qué cree?”, le pregunté. “Yo creo en la organización, en la lucha, en la fuerza de la vida y de la fraternidad”. -“Yo también”, le contesté. Y nos pusimos a conversar.

Mi amigo no creía en esas manifestaciones de la religiosidad popular que se parecían más, para él, a la magia, veía en ellas un negocio con Dios: ‘Yo hago eso por ti y tú tienes que hacerme este milagro’. No entendía en un dios que interviniera en la vida personal y los acontecimientos locales, nacionales e internacionales como si lo tuviera todo controlado bajo su poder omnipotente. No aceptaba unas instituciones eclesiales de puros varones, con obediencia ciega a normas de siglos antepasados que no permiten ni derechos ni participación en decisiones que conciernen a todos. No comprendía por qué la mujer era tan marginada ni en nombre de qué se le prohibía ser sacerdotisa… “No puedo creer en una iglesia que pregone estas cosas en tiempos como hoy”, concluyó.

Y seguimos conversando. Le dije que no creía en un dios fuera de nosotros, pero sí más grande que nosotros y muy respetuoso de nuestra libertad, de nuestros errores y de nuestra creatividad. No me interesaba una institución eclesial patriarcal y piramidal y que la Iglesia de Jesús tenía otros rostros, como los que manifiesta el papa Francisco: cercana, sencilla, acogedora, pobre y defensora de los pobres… Y que aquí en América Latina, hace 40 años, había integrado esta Iglesia de los Pobres como uno más, al servicio de la solidaridad, del compartir, de hacer mías las causas de los pobres y de tomar sus criterios de análisis y de fe como norma de mi conducta…

Luego a solas, pensé que de hecho prefería esta clase de no creyentes honestos, serviciales, transparentes, organizados, solidarios, a los que sí se dicen cristianos, pero que negocian la salvación de su alma a cambio de rosarios y misas, que interpretan la Palabra de Dios tal como está escrita en la Biblia sin relacionarla con los descubrimientos científicos modernos, que hacen del sacerdote una persona sagrada, la más cercana a Dios, y lo desposeen de su humanidad, que le rezan oraciones y novenas a los santos sobándoles las piernas y dando buenas limosnas para atraer sus favores interesados… pero que no son capaces de compartir un pan, una sonrisa y la mano con aquel que la está pasando mal, ni de solidarizarse con las y los que luchan organizadamente para la vigencia de sus derechos y el respeto de sus anhelos. Gracias, amigas y amigos no creyentes y de la Iglesia de los Pobres, que me enseñaron otro dios: el Dios de la Vida, otro Jesús: el Jesús del Reino, otro querer: el querer de los pobres. Por eso decía Jesús a los ‘condenados’ por las autoridades religiosas: “No están lejos del Reino de Dios”. La religiosidad popular, los sacramentos, los sacerdotes, la Iglesia vienen después para tomar sentido como celebración de este Dios de la Vida, del Reino y de los pobres.