MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

jueves, 16 de abril de 2015

Todos somos economistas

 
Pedro Pierre

Nos han hecho creer que la economía es exclusividad de los que se han formado y deformado en las grandes universidades de los países del norte. Digamos primero que la base de la economía es el trabajo. Así que todos los trabajadores somos economistas natos… sino que nos han desposeído de los frutos y las herramientas de nuestro trabajo. Unos pocos se han apropiado de los bienes comunes a todos, como son las tierras, las minas, la naturaleza, las fábricas, los bancos… Hemos sido desposeídos, engañados y reducidos muchas veces a la esclavitud. Un salario que no permite a una familia vivir dignamente es un salario de esclavos.

Al nivel de un país, la economía se ocupa de la producción de todo lo que llamamos ‘bienes’, de la transformación de los mismos, de su comercialización, de las invenciones, del dinero que resulta de todos estos ‘trabajos’… La perversión de la economía consiste en la apropiación de estos bienes por parte de los ricos y del dinero resultante de aquello. En vez de que sea la organización del repartir y compartir equitativos, la economía se transforma en acumulación de bienes y propiedades en unas pocas manos a costas del empobrecimiento de los trabajadores. Esta perversión se llama sistema capitalista.

Por esta razón, el papa Francisco calificó a este sistema, “sistema de muerte”. La pobreza no es ningún regalo de Dios que nos favoreciera pasado mañana con un cielo hipotético. La realidad de la acumulación de riqueza es el resultado del empobrecimiento de millones de personas, el despojo de países enteros y la explotación de continentes llamados por esta razón ‘subdesarrollados’ por el saqueo inmisericorde del que son víctimas. El papa Juan Pablo II lo declaró claramente al afirmar que “los ricos son cada vez más ricos a costa de los pobres cada vez más pobres”.

Para salir de este atolladero, primero hay que tomar conciencia de esta realidad y de su causa principal: el sistema capitalista del que nos hacemos cómplices al desconocerlo, ignorar sus mecanismos y colaborar al enriquecimiento de los que llamamos nuestros benefactores, es decir nuestros empleadores. Tenemos que ‘obligar’ a los ricos a entrar en el Reino de Dios, tal como lo dijo Jesús en su parábola de los invitados al banquete del Reino, del que todos se excusan… La economía consiste en la organización del compartir equitativo.

Para esto tenemos que capacitarnos para aprender a gestionar las empresas e instituciones que nos emplean. La tarea será ardua porque muchas veces preferimos “comer un pollo de rodilla que un pan de pie”, pero no imposible porque para Dios que quiere, a través de nosotros, un mundo de justicia y de fraternidad, nada es imposible. A lo mejor nos falta esa fe, esa fe en un Dios que quiere emprender con nosotros un nuevo éxodo hacia una Tierra Prometida que tenemos que conquistar y organizar nosotras y nosotros: eso es su proyecto de ayer, hoy y mañana.

Hemos descrito aquí la primera gran rama del “Árbol de la Vida, del Amor y de la Comunidad”, que es también el Árbol del Reino de Dios. (O)