MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 3 de abril de 2015

Semana Mayor y política

 
Pedro Pierre

Con ocasión de la Semana Santa todavía escuchamos esta contradicción horrorosa de que fue el padre Dios que envió su hijo a la muerte de la cruz para salvarnos del pecado. Toda persona con buen sentido nunca va a creer semejante aberración: alguien que ama no puede desear la muerte del ser amado, y menos aún cuando esta muerte fuera acompañada de torturas y sufrimientos de los más inhumanos. Dios solo sabe y puede amar.

Esta presentación no responde a lo que escriben los autores de los evangelios que dan varios motivos a la condena a muerte de Jesús. Los evangelistas presentan dos clases de motivos: unos religiosos y otros sociopolíticos. Estos últimos son varios si le prestamos atención: “Se hace pasar por rey; es un agitador de la gente; no quiere pagar el impuesto al César; es un malhechor y no es el amigo del César”.

Nos hemos olvidado de que Jesús no vino a traernos unas definiciones de Dios, ni nos explica un programa religioso exhaustivo, ni nos presenta una serie de reglas morales, ni dio orientaciones de cómo deberían ser las instituciones eclesiales ni cómo había que organizar grandes liturgias… Jesús vino para que la vida sea más humana y más digna, es decir, más fraterna, justa, solidaria, equitativa e igualitaria. San Pablo nos dice que esto es el culto que quiere Dios. Muchos, ayer como hoy, no quieren una vida así para todos: para ellos sí, pero para los demás no. En tiempos de Jesús las autoridades religiosas -judías- y las cívico-militares -romanas- no querían que se tocara una situación que les beneficiaba grandemente. Los líderes religiosos judíos utilizaban la religión para sus beneficios personales pactando con los romanos el sometimiento de la gran mayoría de la población.

Jesús quería que la conversión a Dios tuviera una dimensión social. El Reino que inauguraba no solo se refería a Dios, sino que, sobre todo, buscaba la fraternidad. “Mi mandamiento es este: Se amarán unos a otros como yo los he amado”. Esto quiere decir que en el amor mutuo está el amor a Dios. Por lo mismo, todo lo que contradice el amor entre seres humanos contradice la voluntad de Dios. Jesús denunciaba la organización social basada en la esclavitud, la organización económica basada en descarados impuestos, la organización política basada de represión: contradecían el Reino que venía a hacer realidad. Para las autoridades era un ‘agitador’ público que tenía que ser desaparecido, y de la manera más rápida posible.

La próxima beatificación de monseñor Óscar Romero nos vuelve a recordar que los gestores de las dictaduras y de los imperios no admiten voz que los critique y contradiga. Y cuántas veces en la historia se ha repetido la falsedad del significado de la muerte de Jesús para justificar lo injustificable.

En sus intervenciones y en su Exhortación pastoral de noviembre de 2013, el papa Francisco es de lo más claro: “No a una economía de la exclusión… No a la nueva idolatría del dinero… No a un dinero que gobierna en vez de servir… No a la inequidad que genera violencia…”. El camino está abierto: “¡Felices los que lo seguimos!”.