MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 23 de julio de 2014

Una primera en Argentina


Pedro Pierre

Argentina es, a mi conocimiento, el primer país latinoamericano cuya justicia acaba de condenar a los responsables del asesinato de un obispo en su territorio. Se trata de monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, muerto en un accidente de carro provocado en 1976. Otros obispos asesinados en las últimas décadas en América Latina son Óscar Romero en El Salvador, Juan Posadas en México, Juan Girardi en Guatemala y Luis Dalle en Perú.

Dice la noticia periodística del 4 de julio pasado: “Un tribunal argentino condenó hoy a prisión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua al exgeneral Luciano Benjamín Menéndez y al excomodoro Luis Fernando Estrella por el asesinato del obispo católico Enrique Angelelli durante la última dictadura militar (1976-1983)… Angelelli murió el 4 de agosto de 1976 tras volcar la camioneta que conducía por una carretera de La Rioja.

En el momento de su muerte, Angelelli, que tenía 53 años, llevaba consigo un informe con las pesquisas que había realizado sobre el asesinato de dos sacerdotes y un laico a manos de militares”. 

Ya a los pocos años del crimen los cristianos de La Rioja habían levantado una gran pancarta de hierro donde consta: “Con un oído en el pueblo y otro en el evangelio. En este lugar asesinaron a monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja desde el 24-8-68 hasta el 4-8-76. Comprometido con su pastoral, justicia y paz, fue la voz de los sin voz. Hoy es mártir de los pobres”.

El actual papa Francisco, cuando era cardenal en Buenos Aires, había pronunciado una homilía refiriéndose a monseñor Angelelli el 4 de agosto de 2006 en Punta de los Llanos, lugar donde cayó Angelelli. El cardenal Bergoglio comparó los ataques sufridos por monseñor Angelelli con el maltrato padecido por San Pablo, en Filipos, “a través de los consabidos métodos de la desinformación, la difamación y la calumnia”. Allí, el cardenal arzobispo de Buenos Aires abordó las muertes de la represión y sostuvo que “Wenceslao, Carlos, Gabriel (nota: nombre de tres sacerdotes asesinados) y el obispo Enrique fueron testigos de la fe, derramando su sangre”. Reflexionó que “si alguien se puso contento, creyó que era su triunfo, en realidad fue la derrota de los adversarios... La sangre de los cristianos es semilla de cristianos”.

Decía en su tiempo Jesús: “No les tengan miedo. Nada hay oculto que no llegue a ser descubierto, ni nada secreto que no llegue a saberse”. Que esta ‘semilla de cristianos’ se multiplique entre nosotras y nosotros.