MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 4 de julio de 2014

"LA VIDA, CRUZ Y PASCUA DE UN AMOR HUMILDE"


BARRIO ALBERTO RAVELL, LOS TEQUES
DíA DE LA SIEMBRA DE WILMER PEREZ, 02.07.14



HERMANA BERNARDITA SCHAUFFER

Acabamos de entregar a Wilmer a la Madre Tierra y todavía no logramos entender que no está más sentado aquí, en la sala, como ya era costumbre casi todos los días del año.

Wilmer se nos fue “sin querer”, nos prometió luchar y vencer, esta vez contra la brutal infección que se apoderó de sus pulmones. Tantas luchas y entregas durante esos últimos 12 años, al servicio incondicional de la comunidad del barrio y más allá, en los barrios y urbanizaciones vecinas que intentan formar una comuna.

Es desde que nació, que su vida fue una lucha para sobrevivir y vencer las situaciones adversas en las que creció. No conoció las condiciones favorables de una familia, perdió cuando era pequeño a su abuelita que era su referente, pues su madre enferma siquiátrica e indigente, no estaba en condiciones de ofrecerle cobijo, cariño y el pan de cada día. Wilmer, desde pequeño era conocido por cargar basura, bombonas de gas, prestando servicios a sus vecinos que lo apreciaban. Como joven, tuvo la suerte de hacer una pasantía y estudios en Cuba, lo que despertó en él la vocación de servicio a través del compromiso sociopolítico.

Cuando llegó al poder el presidente Hugo Chávez y que empezaron las “Misiones” y programas para la población hasta entonces desatendida, se abrió para Wilmer un inmenso campo de trabajo, de misión, en el barrio. Allí empezamos a unir esfuerzos, enfrentando miles de obstáculos y asumiendo con algunas personas, sobre todo con Milagros, los nuevos compromisos, formando el Consejo Comunal Alberto Ravell. Gracias a los proyectos aprobados, el Consejo Comunal transformó, con la colaboración de vecinos y vecinas, todo el barrio. Pero Wilmer fue el motor de todas las actividades, participando en ellas y motivando “contra vientos y mareas”… y luchando contra la inercia. El estaba primerito con las botas puestas, paleando, limpiando, pateando las escaleras de cabo a rabo. El conocía a todas las familias, sus condiciones, sobre todo las más pobres y se movía en cuantas oficinas para lograr ayuda, beneficios, obtención de derechos, siempre a través de la estructura del Consejo Comunal. Nuestra casa era su casa y su oficina y trabajé mucho con él. Y Mildred siempre atenta a ofrecerle algo de comer o una bebida. Era de verdad “hijo de la casa”, a cualquier hora venía para trabajar, para compartir alegrías y tristeza, buscando ánimo, consejo, consuelo… porque el trabajo social es muchas veces bien ingrato.

Wilmer era un muchacho de enorme sensibilidad, lo que era su riqueza y su fragilidad. Nadie como él entendió el drama de los niños y niñas marginados, de las personas que cayeron en el consumo del alcohol. El sabía valorarles, exigirles, invitarles a un trabajo.

El proceso bolivariano impulsado por el Presidente Hugo Chávez le dio cauce a su naturaleza altruista, abierta a los/las más necesitados. Y Wilmer se entregó sin medida a promover las políticas a favor del pueblo de “abajo”. La enfermedad y la muerte de Chávez fue un golpe artero para Wilmer. Guardó una profunda herida por la desaparición física del presidente Chávez. ¡Qué falta le hizo “su Comandante”!

El dolor y la tristeza no caben en las palabras, pero ellas alivian de cierta manera la presión que tengo dentro de mí. Dolor compartido, por cierto, por una cantidad impresionante de la gente del barrio y de más allá. Antes del entierro, la funeraria vino hasta el barrio y muchas personas pudieron darle a Wilmer un último “hasta luego”.

“Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos…”

Gracias Wilmer, por tu vida entregada hasta tu último aliento. Wilmer ¡PRESENTE!