MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 28 de febrero de 2014

Chevron o el que es buen juez…

" REFLEXIONES SOBRE EL SIGNIFICADO DE IDEOLOGIA, EL CAPITALISMO, LAS COSTUMBRES, LA CHEVRON... Y EL DIABLO"

El catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace un acercamiento al término ‘ideología’ y sus usos en esta época. Con ello analiza en profundidad el caso judicial que mantiene el Estado ecuatoriano con la petrolera estadounidense por el daño medioambiental ocurrido en el país.

Foto: Cortesía | Andes
Marcos Cueva Perus. Especial para EL TELÉGRAFO

La palabra ideología ha corrido con pésima suerte. Desde 1989-1991 suele creerse, incluso entre sectores que se ubican a la izquierda del espectro político, que el mundo actual está ‘desideologizado’. La derecha, por su parte, acusa de hacer ‘ideología’ a una izquierda que usa un vocabulario distinto al de aquélla. Quien hable por ejemplo de ‘imperialismo’ o de ‘capital’ estará haciendo ideología. ‘Estás ideologizando’ es una manera de querer decirle a otro que está errado, como si toda ideología fuera errónea y como si el capitalismo no la tuviera. ‘Estás ideologizando’ es indicarle a alguien que está ‘tomando partido’ o que es ‘subjetivo’: no hay modo de salir de una visión peyorativa de lo que es la ideología.

En parte, la confusión viene, sí, de una Guerra Fría durante la cual cada quien hacía su propaganda, aunque ideología no es propaganda. Ni la izquierda se atreve hoy a un vocabulario que parezca propaganda: atreverse a decir ‘imperio’ o ‘capital’ parece ser propagandístico, subjetivo. Y el capitalismo no pretende hacer propaganda, aunque tampoco oculta su afición por el marketing.

Así las cosas, Chevron hoy, en el diferendo con el Ecuador, no está haciendo entonces más que lo natural, defender los negocios y sus intereses. La izquierda, por su parte, estaría haciendo su parte de lo natural para ella: denunciar esos intereses. Lo que el capitalismo actual propone es que cada quien siga sus intereses: el mercado los armonizará.

Nada de esto tiene que ver con alguna definición seria de lo que es ‘ideología’. Tampoco interesan estas definiciones a los medios de comunicación masiva dominantes. Sin embargo, uno de los rasgos típicos de la ideología coincide con los del diablo, cuya mejor diablura está en hacer creer que El no existe. El capitalismo no hace ideología, supuestamente: no toma partido, es neutro; no es subjetivo, es objetivo porque es neutro, y no hace ideología porque hace ciencia, por lo general con una avalancha de números. ¿Alguien dijo que lo propio de la ideología es presentar el mundo al revés? Sí, alguien lo dijo. Pero es algo olvidado. Sí, la ideología acostumbra a presentar el mundo invertido: Chevron está muy, muy ofendida. Y hoy, además, a quien quiera poner el mundo al derecho se lo acusa de hacer ideología porque ‘nadie es dueño de la verdad’, menos de la verdad absoluta. ¿Que el gobierno ecuatoriano quiere decir la verdad sobre Chevron? Correa ‘está ideologizando’ el asunto. Sucede sin embargo que, si es cierto que la ideología se rige por el mundo al revés, Chevron y quienes la defienden no han parado de hacer ideología. ¿Que Chevron y sus defensores están pasando por encima de la legalidad? No, el gobierno del Ecuador es corrupto. ¿Que Chevron cometió un delito? No, en el ‘mercado’ es un delito meterse con los negocios, porque ‘vivimos de ellos’. Después de todo, pongamos algo de marketing: los ‘países bananeros’ son corruptos, ‘todo el mundo lo sabe’, y sin negocios el mundo se moriría de hambre, eso también, ‘todo el mundo lo sabe’.

Lo mejor de la ideología está en hacerse pasar por evidencia. Importa muy poco que Correa no sea Noboa o que sin trabajo no haya negocio (¡la riqueza no la crea la riqueza!): Chevron le debe al trabajo, no al revés, pero la ideología dicta que el trabajo le debe a la riqueza y que los ecuatorianos le deben a Chevron.

Hay un poquito de ideología entre quienes, de buena voluntad, critican a Chevron y le piden que pague ya que hay ecología e indígenas de por medio. También es evidente que no se puede dañar a la naturaleza, ni a los pueblos originarios. Qué mejor que respetarlos. Solo que, si esa fuera la ley del capital, las empresas transnacionales se quedarían en casa, donde suelen tener prohibido contaminar y abusar de la mano de obra. Muy bien: que Chevron pague los costos. Sucede sin embargo lo que Rafael Correa repite una y otra vez: un mundo para el capital no es lo mismo que un mundo para las sociedades o para los seres humanos. Chevron fue al Ecuador para abaratar costos, no para ocuparse de la sociedad ecuatoriana ni de sus habitantes. Y abaratar costos quiere decir ‘no pagar’. El presidente ecuatoriano, en distintas alocuciones sobre el caso, no le ha pedido pagar a quien tiene por negocio no pagar. El problema está en otra parte (no donde lo coloca la ideología, que siempre opera por desplazamiento), como la solución (por lo que Correa ha sugerido denunciar los Tratados Recíprocos de Protección de Inversiones, y hacerlo de ser posible a escala latinoamericana). ¿Es posible dejar de pedirle al diablo que se comporte como si fuera buen cristiano? La ideología sí se ve, con solo querer verla: el diablo es Correa, los negocios son Dios.

El procedimiento de Chevron no tiene pies ni cabeza desde el punto de vista lógico y jurídico a la vez. La empresa petrolera ha terminado amparada –es un decir –en un Tratado Bilateral de Inversiones que entró en vigor varios años después de que ella saliera del Ecuador, en 1992 (el Tratado entró en vigor en 1997). Desde este punto de vista, Chevron no está protegida por ese Tratado. La Corte Permanente de La Haya se declaró competente en el caso y se apoyó en este asunto del Tratado. El resultado ha sido que le toque al Estado ecuatoriano ser el acusado. Incluso esto de pasarle la cuenta al sector público no debiera sorprender demasiado, desde la lógica del ‘mercado’: cuando se trata de una pérdida o de un costo, una empresa que tiene fines de lucro trata de minimizarlos o incluso de esquivarlos, y de pasarle a otro la factura. No es raro que sea el Estado, como no pareció demasiado extraño que el Estado socializara las pérdidas –incluso en Estados Unidos- en la crisis de 2008. El Estado de Bienestar está para eso, para correr con los riesgos y costos que muchas corporaciones privadas no quieren asumir. Hay algo tan preocupante como el daño ecológico o el daño a los pueblos originarios: a través del Estado, el pueblo que fue víctima de Chevron debe pagar los daños que ocasionó Chevron. Rafael Correa ha hablado de vasallaje y puede que sea incluso más que eso, si la víctima-siervo debe pagar su rescate para ‘quedar en libertad’ y no ser perseguida.

El efecto ideológico, tan invisible y tan insidioso como la mano invisible del mercado, va bastante más allá, puesto que la Corte mencionada se ampara en una ley para cometer un acto ilegal. Cuando se comete un acto ilegal, se está en el delito, por lo que al declararse competente y alegar sobre la base del Tratado de Inversiones la Corte se pone a delinquir: aquí está lo preocupante para efectos del derecho internacional, si los organismos internacionales que están encargados de velar por la ley son los que delinquen. Es más que la desaparición de la ética, ya que es privar de institucionalidad a las relaciones internacionales. Si es así, no hay otra ley que la del más fuerte, por una sencilla razón: el afectado no tiene derecho ante la ley, lo que es tanto como decir que el afectado no es sujeto de derecho. ¡Solo lo es quien delinque! Hay ‘racionalizaciones’ para esto, del tipo ‘eso les pasa a quienes se meten con los ricos y poderosos’ (‘eso’ no se hace). La ley en las relaciones internacionales es entonces –y lo es- la del Viejo Oeste (y en ninguna película western gana el indio). Mientras la Corte se pone a delinquir junto con Chevron, la justicia y el Estado ecuatorianos son acusados de corruptos. A esto se le llama ideología, aunque el vasallo, cuando se adapta, le llama ‘realismo’ a este mundo al revés, y es que ‘uno no se mete con Chevron’. En la escena siguiente, tal vez una desideologizada Corte pida al Ecuador que indemnice a Chevron por daño moral. Entretanto, un abogado de Chevron ha pedido que el Ecuador termine con “todo este fraude”. Por lo que, como se ve, la ideología -¿quieres que te lo cuente otra vez?- puede ser incluso algo peligroso, tan peligroso como el diablo.