MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

sábado, 31 de agosto de 2013

 
Hoy tiene mucha importancia el contexto. Un fariseo invita a Jesús a comer. Los judíos hacían los sábados una comida especial a medio día, al terminar la reunión en la sinagoga. Aprovechaban la ocasión para invitar a alguna persona importante y así presumir ante los demás invitados. Jesús era ya una persona muy conocida y muy discutida. Seguramente la intención de esa invitación era comprometerle ante los demás invitados. Como aperitivo, Jesús cura a un enfermo de hidropesía, con lo cual ya se está granjeando la oposición general (era sábado). También tenemos que tener en cuenta el simbolismo del banquete en todo el AT. Los tiempos escatológicos casi siempre se simbolizan como un banquete.
 
En el texto que hemos leído, encontramos dos parábolas. Una se refiere a los invitados. Otra se refiere al anfitrión. Se trata de la relación que puedes iniciar tú y la que inicia el otro contigo. En la primera no se trata de un consejo de urbanidad para tener éxito, pero toma ejemplo de un sentimiento generalizado para apoyar una visión más profunda de la humildad. Ponerse en el último lugar no debe ser una estratagema para conseguir mayor admiración y honor. La frase: “Porque todo el que se enaltece será humillad, y el que se humilla será enaltecido”, puede llevarnos a una falsa interpretación. Jesús aconseja no buscar los honores y el prestigio ante los demás, como medio de hacerse valer. Condena toda vanagloria como contraria a su mensaje. Es curioso como conecta este texto con el final del domingo pasado: “Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.
 
La segunda parte encierra un matiz diferente. No quiere decir Jesús que hagamos mal cuando invitamos a familiares o amigos. Quiere decir que esas invitaciones no van más allá del egoísmo amplificado a los que están de tu parte. Esa actitud para con los amigos no es  signo del amor evangélico. El amor que nos pide Jesús tiene que ir más allá del sentido común y del puro instinto, de los sentimientos o del interés personal. La demostración de que se ha entrado en la dinámica del Reino está en que se busca el bien de los demás sin esperar nada a cambio. También aquí tenemos que andar con mucho cuidado, porque la frase “dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resucites los justos”, puede entenderse como una estrategia para que te lo paguen en el más allá. Esta dinámica ha movido con mucha frecuencia la moral cristiana, pero no tiene nada de cristiana.
 
En ambos casos, Jesús nos propone una manera distinta de entender las relaciones humanas. Jesús quiere trastocar comportamientos que tenemos por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos tiene que llevar a cambiar la escala de valores del mundo. Ser cristiano es sencillamente, ser diferente. No se trata de renunciar a ser el primero. Todo lo contrario, se trata de asegurar el primer puesto en el Reino. Se trata de buscar el bien de la persona entera, y no solo de la parte biológica. “El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos”. Jesús no critica el que queramos ser los primeros, lo que rechaza es la manera de conseguirlo. Si no tenemos esto en cuenta, entramos en una falsa humildad que tanto daño ha hecho a propios y extraños.
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Ojo con la falsa humildad. Dice Lutero: La humildad de los hipócritas es el más  altanero de los orgullos. Muchos han hecho de su falsa humildad una máscara de su vanidad. Existen dos clases de falsa humildad. Una es estratégica. Se da cuando nos humillamos ante los demás con el fin de arrancar de ellos una alabanza que de otro modo no tendríamos. Otra es sincera, pero también nefasta. Se da en la persona que se desprecia a sí misma porque no encuentra nada positivo en ella. No es fácil escapar a esos excesos que han dado tan mala prensa a la humildad. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón, Aristóteles) elogiaron la humildad como virtud; y Nieztsche la consideró la mayor aberración del cristianismo. Para ellos humildad era sinónimo de pusilanimidad.
 
¿Qué es la humildad? No hay que hacer absolutamente nada para ser humilde. Es reconocer que eres lo que eres, sin más. Ni siquiera tendríamos que hablar de ella, bastaría con rechazar todo orgullo, vanidad, jactancia, vanagloria, soberbia, altivez, arrogancia, impertinencia, etc.. Se suele hacer alusión a Sta. Teresa; pero la inmensa mayoría demuestran no entenderla cuando dicen: “humildad es la verdad”. Ella dice: "humildad es andar en verdad". Se trata de conocer la verdad de los que uno es, y además vivir (andar en) ese conocimiento de sí. También se entiende mal la frase de Jesús, “yo soy la verdad”, cuando se interpreta como obligación de aceptar su doctrina. No, Jesús está hablando de la verdad ontológica. Está diciendo que es auténtico, que es lo que tiene que ser.
 
Siempre que se violenta la verdad, sea por defecto sea por exceso, se aleja uno de la humildad. No se trata de que nos convenzan de que somos una mierda y nada más. Se trata de descubrir nuestras auténticas posibilidades de ser. Humildad es aceptar que somos criaturas, con limitaciones, sí; pero también con posibilidades infinitas, que no dependen de nosotros. Ninguno de los valores verdaderamente humanos debe ser reprimido en nombre de una falsa humildad. No se trata de creerse ni superiores ni inferiores, sino de aceptar lo que somos en verdad. Si la humildad me lleva a la obediencia servil, no tiene nada de cristiana. En nuestra religión muchas veces se ha apelado a la humildad para someter a los demás a la propia voluntad.
 
Un conocimiento cabal de lo que somos nos alejaría de toda vanagloria (conócete a ti mismo). No se trata de un conocimiento analítico desde fuera, sino interior y vivencial. La frase no estaba a la entrada de una academia, sino a la entrada de un templo. Para conocerse, hay que tener en cuenta al ser humano en su totalidad. Eso sería la base de un equilibrio psíquico. Sin conocimiento no hay libertad. La humildad no presupone sometimiento o servidumbre a nada ni a nadie. Sin libertad ninguna clase de humanidad es posible. Tampoco la soberbia es signo de libertad, porque el hombre orgulloso está más sometido que nadie a la tiranía de su ego. No es fácil darse cuenta de esta trampa.
 
La mayoría de las enfermedades depresivas tienen su origen en un desconocimiento de sí mismo o en no aceptarse como uno es, que viene a ser lo mismo. Ninguna de las limitaciones que nos afectan como seres humanos, pueden impedir que alcancemos nuestra plenitud. Las carencias sustanciales forman parte de mí. Las accidentales no pueden desviarme de mi trayectoria humana. Una visión equivocada de sí mismo ha hundido en la miseria a muchos seres humanos. Caen en una total falta de estima y en la pusilanimidad destructora, que les impiden descubrir lo que de bueno y positivo tienen; y por lo tanto le impide desarrollarse. Ser humilde no es tener mala opinión de sí mismo ni subestimarse. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo, el mundo entero reside en ti". Ser humilde significa no creerme más que nadie, pero tampoco menos.
 
Hoy podemos y debemos ir un paso más allá del evangelio. El orgulloso no hace falta que nadie le eche en cara su soberbia ni que le castiguen por su actitud. Él mismo se deshumaniza al despreciar a los demás y desligarse de ellos. De la misma manera, no es necesario que el humilde reciba ningún premio. Si espera ese premio, su humildad no es más que un medio para conseguir lo mismo que el soberbio. Si no espera nada de su actitud o, mejor aún, si ni siquiera se da cuenta de su actitud, es que de verdad está en la dinámica del evangelio, que nos dice por activa y por pasiva que el que se hace pequeño es ya el más grande. No es una enseñanza puntual de Jesús sino una constante en todo el evangelio. Podíamos sacar de él docenas de frases que son casi idénticas a las que hemos leído hoy.
 
La humildad no va de abajo a arriba sino de arriba abajo. La humildad ante los superiores, la mayoría de las veces no es más que sometimiento y servilismo. No es humilde el que reconoce la grandeza del que está por encima sino el que reconoce la grandeza en el que está por debajo. Ser humilde ante Dios resultaría ridículo. Debemos ser humildes ante los que se sienten por debajo de nosotros; ante todos los desheredados de este mundo.

¿QUÉ NOS QUEDA DE MONSEÑOR PROAÑO?

Está circulando entre nosotros esta pregunta: ¿cuál es, según su criterio, el ecuatoriano más grande de todos los tiempos?
 
Con perdón de los “preguntones”, yo creo que esta pregunta no puede ser contestada: ningún ecuatoriano, por grande que sea, puede ser el más grande de todos y en todo….Sólo Dios es el único Grande sobre todos los grandes.
 
Yo prefiero hacerme y hacer esta pregunta, más humilde y casera:
 
¿Qué nos queda de Monseñor Proaño?
 
Y he hallado una respuesta, a la luz de las tres lecturas del Domingo 14 del presente: nuestro Dios es el único Dios vivo y verdadero; nuestro Dios es el Dios de la justicia y el derecho; nuestro Dios es de todos: si tiene una preferencia, algo así como “el lado flaco de su corazón”, es su amor preferencial a los más pobres entre los pobres. Esto brilla con claridad meridiana en toda la Biblia. Acentuó aquí el pasaje evangélico del domingo 14 de este mes. Me impactó sobre manera al estar preparando mi homilía dominical. Nuestro Dios, revelado en Jesús, está de paso por nuestros caminos. Una pobre mujer extranjera, sin nombre ni apellido, ¡la Cananea! Se le acerca: le pide a gritos que tenga lástima de ella: que sane a una hijita que se le está muriendo, atormentada por un pésimo demonio… Cree que, hasta entre los diablos, hay unos peores que otros.
 
Los discípulos, todavía no bien evangelizados, piden a Jesús que atienda a la pobre Cananea, y no tanto por ella misma y su petición, sino porque les está amargando la vida con sus gritos….
 
Jesús parece evitar el bulto….Dice que no ha venido sino para sus paisanos…. No está bien dar el pan de los hijos a los perros….
 
Palabras terribles, espantosas… La Cananea no se da por aludida: se emple a fondo…Así será, Señor…Pero hasta los perritos tienen un derecho elemental: recoger siquiera las migajas que caen de la mesa de sus amos…..Jesús se da por vencido. Qué grande, oh mujer, es tu fe: hágase como has creído….
 
Hoy más que nunca, es la hora de reclamar, dentro de la sociedad y hasta dentro de la Iglesia, el más elemental de los derechos humanos, que son obligaciones divinas: el derecho de recoger siquiera las migajas que caen de la mesa de los amos…. ¡El derecho de los nadies!
 
Esta es mi clave de lectura del mensaje de Mons. Proaño.
 
Todo él era un signo de nuestros tiempos. Una Editorial Católica, de España, le hizo esta pregunta: ¿Cuál es el credo que da sentido a su vida? Y Monseñor Proaño contestó nada menos que con el mejor de sus libros: “Creo en el Hombre y en la Comunidad”. No es, propiamente, su autobiografía: es, más bien, lo que yo llamo “la teología de la misa entera” toda la vida, en toda la misa; y toda la misa, en toda la vida; todo el evangelio, en toda la vida; y , toda la vida en todo el Evangelio….
 
Nombrado Obispo de Riobamba, se dedicó a ser el Obispo a tiempo completo. Su alegría era ver cómo, en la Provincia de Chimborazo, esta naciendo una Iglesia comprometida con los pobres, los oprimidos, especialmente, los indios. Soñó en que, algún día, del seno de la Iglesia Católica, llegue a nacer una IGLESIA INDIA, auténtica y autóctona, con su propia cultura, su propia teología, sus propios servidores.
 
Se lanzó, como Jesús, a quitar el pecado del mundo, el pecado estructural y estructurante, en lo que económico, lo social, lo político, lo cultural y religioso….
 
Así. EL OBISPO DE LOS INDIOS tubo que sentarse en el banquillo de los acusados. Roma envió un Visitador Apostólico, algo así como un juez de primera instancia….Acudieron los acusadores y los defensores.
 
Su defensora mayor fue nada más y nada menos que una indígena imbabureña: MANUELITA Males. Se presentó ante el Visitador Apostólico; le regaló una bufandita para el Papa Pablo y le dijo: NO SACARAS A TAITA LEONIDAS, POR EL, OJO ESTA APRENDIENDO A VER; OREJA ESTA APRENDIENDO A OIR; BOCA ESTA APRENDIENDO A HABLAR; PATA NO MAS, TODAVÍA NO CAMINA”….
 
Están pasando los años y todos estamos viendo, alegres unos, preocupados otros, como día tras día, el pueblo indio está marchando, marcando el paso en nuestro caminar por las carreteras y chaquiñanes de la patria.
 
En este contexto, surge mi pregunta de hoy: ¿Qué nos queda de Monseñor Proaño? EL SOÑADOR SE FUE, PERO SU SUEÑO QUEDA…. Un sueño que, para algunos va resultando pesadilla….
 
Otros, ciento por ciento atrasados  de noticias, sobre todo de la BUENA NOTICIA, creen que no queda nada: aparentan creer que ya murió la Teología de la Liberación y que hay que enterrarla en Pucahuaico, junto a los restos mortales de Monseñor Proaño….
 
¿Qué nos queda de Monseñor Proaño? Llega la hora de que, interpelados por el Evangelio, todos demos nuestra respuesta…..
 
Monseñor Proaño se preguntó a sí mismo: ¿Qué va a quedar de mí, de mi paso por los caminos de la Patria y de la Iglesia?
 
Y él mismo, lleno de fe, de amor y de esperanza, se contestó a sí mismo: QUEDAN LOS ARBOLES QUE SEMBRASTE….
 
COMO QUEDAN LOS ARBOLES
 
QUE ANTES, YA SEMBRARON OTROS….
 
Y, en las ramas de esos árboles inmortales, no pocas aves del cielo seguirán colgando sus pobres nidos….
 
Vaya aquí este recuerdo imborrable: se clausuraba una misión en una comunidad campesina de Químiag. Eran momentos de honda preocupación. Monseñor Proaño pregunto: ¿Qué pasaría aquí, si se separa a mí de esta Diócesis? Silencio, mucho silencio…. Un campesino de esos que parecen no tener nombre, ni apellido, lanzó este grito: No pasaría nada…. Más turbación en la asamblea…..Monseñor Proaño volvió a preguntar: Por qué no pasaría nada: y el mismo campesino anterior gritó: NO PASARÍA NADA: QUEDAMOS NOSOTROS….
 
¿Qué nos queda de Monseñor Proaño?  Nos queda esta conciencia de Iglesia.
 
QUEDAMOS NOSOTROS Y EL ESPÍRITU SANTO….
 

Agustín E. Bravo Muñoz.
Antiguo Vicario General de Monseñor Proaño.
Riobamba, Agosto 17-2005           

viernes, 30 de agosto de 2013

Leonidas Proaño, el pastor de los pobres


 
 
 
 
 
EL PRÓXIMO 31 DE AGOSTO SE RECUERDAN 25 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO
 
El religioso imbabureño, que llevó siempre al frente la bandera de la teología de la liberación, luchó por los derechos de los indígenas y su inclusión en distintos niveles
 
Monseñor Leonidas Proaño es uno de los principales referentes de la Teología de la liberación. Luchó siempre por los derechos de los más necesitados y dejó un gran legado de pensamiento, que estaba direccionado siempre a la búsqueda de la libertad y la verdad; tuvo una activa participación en la Iglesia.
 
Nació en Imbabura, en 1910, y fue ordenado como sacerdote en 1936. Durante su participación en la diócesis de Ibarra, una de sus principales obras fue la creación de la asociación Juventud Obrera Cristiana. También fue profesor en el seminario. Asimismo, en 1944, el entonces cura creó el semanario llamado La Verdad.
 
Leonidas Proaño fue nombrado obispo de Riobamba en 1954. Durante el tiempo que ocupó este puesto trabajó de manera preferencial por los indígenas, luchaba por sus derechos y su inclusión a distintos niveles, como educativos, laborales, entre otros. En 1960 creó las Escuelas Radiofónicas Populares, y fue una herramienta para alfabetizar a los indígenas en su propia lengua.
 
Luego, en 1962, monseñor fundó el Centro de Estudios y Acción Social también para ayudar a que las comunidades indígenas cuenten con un desarrollo digno.
 
Fue partícipe también del Concilio Vaticano II y desde 1960 formó parte del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
 
En 1976 fue llevado a la cárcel por la dictadura militar, junto a 16 obispos latinoamericanos, por haber realizado una reunión en la que analizaban la situación del continente.
 
Su renuncia como Obispo de Riobamba fue aceptada en 1985. Luego fue nombrado Presidente del Departamento de Pastoral Indígena de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Por su labor social y apostólica, al siguiente año, el entonces obispo emérito fue nominado como candidato al Premio Nobel de la Paz.
 
Continuó con su trabajo por los derechos de los indígenas, por lo que en 1988, junto a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), promovió la campaña 500 años de Resistencia India.
 
Ese mismo año, monseñor Leonidas Proaño falleció el 31 de agosto. En 2008, el pleno de la Asamblea Nacional lo declaró como personaje símbolo del país.
 
Entre las obras escritas por Monseñor Leonidas Proaño están Rupito (1953), Creo en el Hombre y en la Comunidad (1977) El Evangelio Subversivo (1977) y Concienciación, Evangelización y Política ( 1974).
 
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Primer editorial del diario La Verdad
Monseñor Leonidas Proaño Villalba
 
En busca de la verdad
 
A cualquiera que vea nuestro semanario puede parecerle pretencioso el título que lleva. Y es que puede creer que nos presentamos al público con aires de maestros infalibles.
 
No es esa, sin embargo, nuestra actitud. Partimos desde el punto más hondo, más sincero, más humilde: partimos desde nuestra condición de indigentes: Vamos en busca de la verdad, como el sediento en busca del agua, como el ave en busca del espacio, como la flor en busca de la luz.
 
¿Qué es la Verdad? – preguntó Pilatos a Cristo. Y no tuvo paciencia para esperar la respuesta.
 
¿Qué es la Verdad? – se han preguntado en todo tiempo los espíritus. Y es conmovedora el ansia que han puesto en su pregunta. Pero, cuántas veces no han tenido tampoco paciencia para esperar la respuesta.
 
Sobre todo, no han sabido guardar la paz, soledad y el silencio, absolutamente indispensables, para poder escuchar en el interior la respuesta. Como Pilatos, han salido precipitadamente a la terraza del pretorio, a escuchar el vocerío y a dar oídos a las intrigas de los fariseos. Y es triste ver al hombre, abandonado a la maldad ajena y a la turbación propia, tratar de persuadirle de que obre rectamente y llamar verdad a la mentira.
 
Y es más triste todavía ver al hombre sumido en las tinieblas, sin remordimientos, sin ansias, sin ahogos, resignado a su propia miseria. “El hombre está muerto desde que se cansa de esperar, de desear y de buscar ” ha dicho un filósofo.
 
Nosotros no queremos esclavizarnos en el griterío de las muchedumbres, ni a la amenaza de los Césares. Nosotros no queremos morir por falta de deseos, de esperanzas, de inquietudes. Nosotros no queremos conformarnos con nuestra propia indigencia. Partimos de ella, eso sí, para ser verdaderos desde el principio.
 
Pero partimos llevados de un gran anhelo: de tener paciencia para escuchar la respuesta, con esperanza firme de que podremos escucharla; con el deseo ardiente de comunicar a los demás cuanto nos diga en el silencio Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida”.
 
Buscaremos la Verdad en todos los campos que están a nuestro alcance. La buscaremos sobre todo allí en donde necesitemos de Ella: en el campo de la sociología, para ver nuestros múltiples problemas sociales y tratar de llevarles una solución VERDADERA; en el campo de la historia para reafirmar nuestra personalidad en las tradiciones gloriosas; en el campo de la literatura y el arte, para levantar nuestro espíritu a la contemplación de la belleza; en el campo de la moral, para regenerarnos con la práctica del bien y de la virtud; en el campo de la religión, para encontrar a Aquel que es el principio y el fin de todas las cosas. “LA VERDAD OS HARÁ LIBRES”. Vamos en busca de la verdad para ser libres.
 
Primer Editorial escrito por Monseñor Leonidas Proaño Villalba en el Número 1 del Semanario LA VERDAD, Ibarra 14 de mayo de 1944. Este periódico cerró por quiebra económica. (CEDESA)

jueves, 29 de agosto de 2013

Entregar por amor hasta la vida ...

 
PROAÑO,  PILAR  DE  LA  IGLESIA  DE LOS  POBRES  DEL  ECUADOR.
Por Soledad Monroy, de las CEBs de Guayaquil.
 
“Por qué buscan entre los muertos a aquel que está vivo” (Lucas 24,5).
 
El próximo 31 de agosto, a los 25 años de la pascua de monseñor Leonidas Proaño, recordamos su partida y celebramos su presencia.
 
Los que conocimos a monseñor Proaño lo recordamos como un maestro que sabía escuchar y animar, un pastor cercano que estaba convencido de que “son los pobres quienes nos evangelizan”. Organizó las comunidades y la Iglesia de Riobamba a partir de la satisfacción de las necesidades de los más pobres. ¿Quiénes eran estos organizadores? Los mismos pobres. Para que puedan lograrlo hizo la casa de Santa Cruz un Centro de formación de alcance internacional e intercontinental, donde nos formamos miles de cristianos sencillos. Los Indígenas del Chimborazo se formaban en su propio idioma. Todo esto se concretizaba, para él, en un plan de pastoral diocesana cuya meta era el Reino.
 
Proaño buscaba una Iglesia viva y una nueva sociedad. Al escribir su autobiografía diseñó su proyecto de vida y de fe, como obispo: “Creo en el hombre y la comunidad”. Supo devolver la voz a los silenciados de la historia durante los 500 años de la conquista. Permitió a los Indígenas retomaran su voz y empezaran a ser una Iglesia indígena. Logró también que se organizaran a partir de su propia cosmovisión para superar la injusticia y dominación: les ayudó a recobrar su dignidad, con una conciencia nueva, con su proyecto ancestral de sociedad. Pasaba su tiempo a recibirlos y los acompañaba en sus grandes luchas por todo el país. Dos años antes de su muerte, después de haber visto nacer la organización de los Indígenas de la sierra en la ECUARUNARI, presenció la unión de los Indígenas de la sierra, del oriente y de la costa en la CONAIE (Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador).
 
Otra característica de monseñor Proaño fue su solidaridad nacional e internacional. Visitaba los grupos y las Comunidades que lo llamaban para conversar con él, para evaluar el trabajo pastoral, entender la coyuntura nacional, proyectarse como la Iglesia de los pobres…
 
No sólo recordamos su testimonio; sobre todo celebramos su presencia. Proaño nos dejó contagiado de vivir el Evangelio a la manera de Jesús, construir la Iglesia de los Pobres desde la realidad latinoamericana, dar como cristianos nuestro aporte en la sociedad. Sus criterios nos siguen orientando para comprometernos a ser la Iglesia de los Pobres que él soñó, a construir el Ecuador que vislumbró desde la sabiduría indígena.
 
Proaño quería una Iglesia distinta: este compromiso buscamos hacerlo realidad a partir de las necesidades de hoy. El mismo, en su diócesis, construyó una Iglesia renovada. Por él somos evangelizadores desde nuestra solidaridad con las causas de los pobres: anunciamos un Iglesia más humana, más centrada en Jesús y la realidad, con signos que hablan a las generaciones actuales. Continuamos siendo como el testigos proféticos del Reino de Dios, denunciando todo lo que nos destruye y anunciando en palabras y hechos un Reino, no solo lo espiritual sino también transformador de la Iglesia y de la sociedad. Nos enseñó a organizar el compartir y la equidad desde una visión política participativa, a no quedarnos en la caridad que paraliza sino dar la mano para que los agobiados se levanten y caminen con sus propio pies. Monseñor Proaño no nos deja quietos: nos anima a ser una luz, que nuestra fe no que se quede en los altares y las iglesias, sino que brille en las calles, los barrios, las casas, las fábricas… Nos pide conservar la ternura hecha de rebeldía y de esperanza, a imagen de María, la madre de Jesús, que vemos como nuestra compañera de fe, de dolor y de lucha.
 
A Proaño no se lo celebra en las grandes catedrales -es demasiado cuestionador de las estructuras eclesiales y políticas conservadoras- sino en miles de pobres capillas de campo y de suburbios, por todos los continentes. Su poema “Solidaridad” se ha hecho el himno de las Comunidades Eclesiales de Base.
“Mantener siempre atentos los oídos al grito del dolor de los demás,
y escuchar su pedido de socorro, es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Sentir como algo propio el sufrimiento del hermano de aquí y del de allá,
hacer propia la angustia de los pobres, es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Entregar por amor hasta la vida es la prueba mayor de la mistad,
es vivir y morir con Jesucristo: la solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Llegar a ser la voz de los humildes, descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado: es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Dejarse transportar por un mensaje cargado de esperanza, amor y paz
hasta apretar la mano de hermano: es solidaridad, solidaridad, solidaridad.”
 
Guayaquil, agosto de 2013, a los 25 años de la Pascua de Monseñor Leonidas Proaño.
CEBs: Comunidades Eclesiales de Base.
 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Proaño, profeta latinoamericano

Pedro Pierre

A los 25 años de su pascua, monseñor Leonidas Proaño sigue siendo el gran profeta latinoamericano. El camino abierto en la reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia, en 1968, no deja de ensancharse más y más, tal como lo demostró la vista a Brasil del papa Francisco el mes pasado.
 
Después de un cuarto de siglo, monseñor Proaño sigue brillando con luz propia como el gran profeta latinoamericano. “Profeta” no es aquel que adivina el futuro, sino aquel que ve más lejos y más hondo. En este sentido monseñor Proaño se adelantó a la Iglesia latinoamericana para marcarle el camino, “un camino que camina”.
 
Monseñor Proaño ya se había comprometido en Roma, durante el Concilio Vaticano 2°, en el famoso Pacto de las Catacumbas, a construir en Ecuador la Iglesia de los Pobres: era el legado del papa Juan 23 a los obispos reunidos en el Concilio. Unos 40 obispos, bajo la dirección de monseñor Helder Cámara, de Brasil, se comprometían, entre otras cosas a: “Vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción… Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir y en símbolos de metales preciosos… No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco a nombre propio… Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder… En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos… Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quienquiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón… Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados… Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo…”.
 
¿Acaso no es este modelo de Iglesia que pide hoy el papa Francisco para que seamos más fieles a Jesús y a las primeras comunidades cristianas?
 
Gracias, Proaño, amigo, porque nos has marcado y nos sigues marcando el camino: “Púshac, pastor, de toda Abya Yala, santo padre de nuestra Iglesia nueva, / pontífice del poncho y la esperanza”, escribió monseñor Pedro Casaldáliga, obispo en Brasil.

lunes, 26 de agosto de 2013

¿QUÉ ES EL SER CATÓLICO? ¿QUÉ ES SER CRISTIANO?

Taita Austin Bravo Muñoz, fue el compañero mas cercano de Monseñor Leonidas Proaño dentro del tiempo de su pastoreo, símbolo y palabra valida para toda la iglesia latinoamericana y universal de a pie.


¿QUÉ ES EL SER CATÓLICO? ¿QUÉ ES SER CRISTIANO?[1]
Pese a tener mis 81 años, no quiero meterme en cosas de mayores. Para hablar de la esencia de lo católico y do lo cristiano, están, por ejemplo: Karl Adam, con su libro "La esencia del Cristianismo"; Michael Schmaus, con su li­bro "Sobre la Esencia del Cristianismo"; William Hamilton, con su libio “La nue­va esencia del Cristianismo"; Hans Küng, con su libro "Ser Cristiano", que, para los críticos de alto vuelo, es la peripecia teológica más estruendosa de los últimos años. Yo no sé sacar ni siquiera la esencia del café molido. Acojo, pues, esas preguntas filosófico-teológicas como un desafío a mi propia fe y voy a de­cir una pocas palabras acerca de mi Dios, sabiendo que, en opinión de Ignacio González Faus, ''Hablar de Dios es un poco blasfemo o un poco idólatra".
 
Mi Dios es el Dios vivo y verdadero que, una vez por todas y para siempre, se nos mostró en Jesucristo como la verdadera divinidad de Dios, en la verdadera hu­manidad del hombre: la totalidad de Dios, sin totalitarismo alguno, para la totalidad del hombre, sin esclavismo alguno. Este Dios es el único Católico, univer­sal, para todos los hombres de todos los tiempos, sin distinción de sexo, religión, raza, condición social, cultura: "el Dios que todos llevamos, el Dios que lodos hacemos, el Dios que lodos buscamos y que nunca encontraremos”.[2]
 
Voy a decir mis palabras desde la IGLESIA DE RIOBAMBA, desde las pajizas chozas de los indios, que apenas saben de memoria las preguntas de la Car­tilla de la Doctrina Cristiana y todavía rezan el "Bendito" para saludar al patrón y, sobre todo, al párroco. Estamos atravesando un nuevo y definitivo umbral de la historia. "Hay que buscar comprender este momento histórico, a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifestó el misterio de hombre"[3]. Mis pa­labras son un grito de dolor en medio de la noche y una plegaria de esperanza que saluda a la nueva aurora.
 
I. UNOS SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO

1. La crisis de la Fe

"En nuestra generación, la fe cristiana se halla en una crisis más profunda que en cualquier época pasada. Si reflexionamos como hombres de nuestro si­glo y con las experiencias del mismo sobre las ideas aprendidas de niños, veremos que apenas si podemos aceptarlas"[4]. Esta crisis nos está invitando a la conversión: a ser una Iglesia viva para un Dios vivo. Es una señal de vida; só­lo los muertos no tienen crisis. A través de las humillaciones a que nos sometie­ron los maestros de la sospecha (Galileo, Darwin, Freud, Marx), los católicos es­tamos tratando de ser humildes y, por lo mismo, sinceros. Estamos persuadién­donos de que nos falla mucho para ser cristianos. Entre nosotros, ser católicos es todavía, ser anti protestantes; y, en represalia, ser protestantes es todavía, ser anticatólicos. Como Nación, fuimos consagrados oficialmente al Corazón de Je­sús, por Gabriel García Moreno, nuestro Constantino Magno, el 18 de octubre de I 873; y, así mismo, oficialmente, fuimos desconsagrados el 15 de octubre de 1900, por Eloy Alfaro, que implantó el laicismo, Y seguimos siendo católicos y apostólicos, oficialmente, canónicamente: cristianos de bautismo, de primera comunión, de procesión y romería, de misa en todo y para todo.

2. Nueva versión de la era constantiniana

El cristianismo se convirtió en religión; el jefe de Estado proclamó que él es la única religión verdadera; llegó a convertirse en la religión oficial del Estado cristiano y hasta del no cristiano. Así, la Esposa de Cristo vino a parar en una especie de "viuda ale­gre": se fue casando con todos los Constantinos y no Constantinos. Nos hici­mos la ilusión de que la revolución de Concilio Vaticano II pondría fin a “la bendita era constantiniana", como era el sueño dorado de Juan XXIII; y ahora nos estamos despertando con la pesadilla de que, desde la cúpula del Vaticano, el Opus Dei capitanea la marcha de una nueva versión de la era constantiniana.

La Iglesia está perdiendo credibilidad y sumiendo al mundo en una tristeza sin nombre. "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el que está sobre todo, a través de todo y en todos"[5]. El único Dios Católico, sí, mil veces sí; percibido con  una sola teología impuesta desde la Curia Romana y peor aún, un solo Catecismo para seguir catequizando a los catecúmenos: fomentando y manteniendo un infantilismo religioso.

3. Nuevos vientos de un nuevo Pentecostés

Durante siglos, el Espíritu Santo ha sido olvidado en la Iglesia Católica: se ha reducido a algo así como un Obispo Auxiliar de la jerarquía; ha sido casi suplantado por los llamados "tres Cristos vestidos de blanco": la Hostia blanca; María Inmaculada y el Papa. Pero, con Dios no se juega: soplan nuevos vientos de un nuevo Pentecostés.  Estamos asistiendo a la muerte de una Iglesia vieja y anquilosada. La Iglesia piramidal tiene que morir para que puedan nacer y crecer las nuevas comunidades cristianas: la Iglesia-comunidad de comunidades.[6]

Con Mons. Leonidas Proaño
en una de las inumerables Eucaristías con el pueblo indígena
 
II.     CRISTO NOS HA LIBERADO PARA EL ESTADO DE LIBERTAD[7]

1. Continuemos el camino de nuestros antecesores en la peregrinación de la Fe liberadora

Enrique Dussel, el gran historiador de la Iglesia Amerindia, enumera una pléyade de obispos, sacerdotes y laicos que, durante la Colonia, fueron testigos del Testigo fiel: llegaron a dar la vida en defensa de los Indios; vivieron, a su modo y en su tiempo, la teología de la misa entera: toda la vida, en toda la misa; y, toda la misa, en toda la vida. No fue solamente Bartolomé de Las Casas el que, para poder celebrar la misa, dejó en libertad a los indios que poseía como encomendero. Esa gloriosa pléyade salvó el honor de España y de la Iglesia Católica.[8] Esa "nube de testigos" reclama ahora "Otra Iglesia para otra España", como dice José M. González Ruiz, y nos recuerda estas lapidarías palabras de Bartolomé de Las Casas: "Felices los que creen en Cristo, por haberle visto; más felices los que creen en Cristo sin haberle visto; y más felices todavía los que creen en Cristo, a pesar de lo que han visto".

2. Escuchemos unas palabras de quienes tienen voz y voto en las asam­bleas teológicas de nuestros días

Hans Urs Von Balthasar, hablando acerca de la teología de la liberación, di­ce nada menos que esta teología puede decidir el futuro del cristianismo en to­dos los continentes.[9] Jon Sobrino, citando a Gustavo Gutiérrez, dice que la Iglesia, para ser fiel a Jesucristo, "debe descender a los infiernos de este mundo y comulgar con la miseria, la injusticia, las luchas y las esperanzas de los con­denados de la tierra, porque de ellos es el Reino de los cielos".[10]

3.    Reflexiones sobre el testimonio de un Padre de la Iglesia

José Comblin ha dado el título de Padre de la Iglesia a Monseñor Leonidas Proaño. Y realmente lo es, por lo menos de la Iglesia de Riobamba, esta realidad de fe, de amor y de esperanza que trascendió las fronteras del Ecuador. Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede, Monseñor Proaño vivió crucificado entre dos deudas: la deuda interna para con Dios y la deuda externa para con la Santa Sede. Se dedicó a pagar la deuda interna. Se entregó durante 31 años a la edificación de su Iglesia Local: LA IGLESIA DE RIOBAMBA, comprometida con la liberación de los pobres, especialmente de los indios. Creyó en el hom­bre y en la comunidad. Creyó en el indio, porque creyó que, al encarnarse el Verbo de Dios, el Verbo de Dios se hizo indio. Fue su sueño que, del seno de la Iglesia Católica, llegue a nacer la Iglesia India con su propia cultura, su pro­pia religión, su propia teología, sus propios ministros. Hizo, así, una auténti­ca revolución cristiana: la Revolución del Poncho.

LA BUENA NUEVA DE LA REVOLUCIÓN DEL PONCHO[11]

4.    Redescubramos la fe de Jesús

Esto es más necesario que redescubrir ahora el "nuevo mundo". Durante siglos, los teólogos de oficio y beneficio han enseñado que Jesús no sólo no tu­vo fe, sino que no podía tenerla, porque vivía permanentemente en la visión beatífica. Hoy toda cristología digna de este nombre, dedica por lo menos un capítulo a una reflexión de fe acerca de la fe de Jesús. La fe de Jesús no es cerebral, no es sólo su actitud fundamental: es Jesús mismo: la cruz óntíco-existencial ra­dical que es El mismo, en su dimensión vertical y horizontal, sin verticalismo ni horizontalismo.

Se vivió a sí mismo como un estar viviendo de Dios, recibiéndose de Dios como limosna, por eso, vive en estado de oración contemplativa, en permanente búsqueda de la voluntad de Dios: sabe que no tiene pre programado su destino. Y, como viene de un Dios, que es Padre de todos y para todos, y vuelve a este Dios, que es su Dios; su dimensión vertical se horizontalizó hasta el extremo: su entrega total a todos los hombres de todos los tiempos, especialmente a los más impedidos de ser hombres por culpa de otros hombres. Es­tos impedidos somos nosotros: nosotros somos los brazos de la Cruz que es Je­sús mismo.

Por vivir la dimensión social y política de su fe, Jesús se dedicó a quitar el pecado del mundo, esto es, el orden económico, social, político y reli­gioso, establecido por los dueños del poder económico, social, político y religio­so. Por eso, se coaligaron los beneficiarios del pecado del mundo y le mataron, le colgaron de una cruz. El Testigo de la Fe, murió a causa de su fe: la fe de Dios que actúa inundando el mundo con su claridad. De esta fe de Jesús, nace nuestra fe y es la mayor gracia de Dios. Ser cristiano, entonces, es vivir haciéndose cristiano, es un proceso inacabable, un seguir a Jesús tratando de ser Jesús, totalmente Jesús, que es el católico a la medida de Dios. Es el primero en creer en el hombre y en la comunidad.[12]

5.    Redescubramos la teología de Jesús

La teología de Jesús nace de su fe, de su manera de vivir y difundir su fe. Esta teología no está escrita una vez por todas y para siempre. Los Evangelios son una aproximación a la teología existencial de Jesús: por eso, son un aba­nico de cristologías. La teología de Jesús ciento por ciento existencial: es una reflexión de fe sobre su existencia de fe. No habla de esencias, Jesús no defi­nía al estilo de la filosofía aristotélica, con el género próximo y la diferencia específica. Emplea parábolas. Es eminentemente poético: Jesús mismo es el poema de Dios. Por eso, la teología de Jesús llega al corazón de todos: cual más, cual menos, todos llevamos alojados en nuestro corazón al poeta y al teó­logo que sintonizan con Dios. Tenemos que despertar a ese teólogo y a ese poeta que parecen estar dormidos. Entonces entenderemos las parábolas de Jesús, nos aproximaremos a Jesús mismo, que es la Gran Parábola de Dios. No nos escandalizaremos, meditando, por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, que es ciento por ciento anticlerical. Entonces comprenderemos el ca­pítulo 25 de San Mateo: nos convenceremos de que nuestra deuda interna pa­ra con Cristo tenernos que pagarla en la persona de los más necesitados. Arriesguémonos a hacer nuestra teología por lo menos para nuestro uso; haga­mos el credo que da sentido a nuestra vida. No será proclamado en la misa dominical, pero sí será rezado en nuestra familia, en nuestra Iglesia domésti­ca.[13]

6.    Liberemos a Nuestra Libertadora: La Virgen del Magníficat

El Magníficat es el himno de liberación que la Iglesia naciente puso en la boca de María. El Dios de María es el Dios que "hace proezas con sus brazos, dispersa a los soberbios de corazón; derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos".[14] Es un himno subversivo. En él "se vislumbra la experiencia personal de María, el éxtasis de su corazón"[15].

Nuestra libertadora es, definitivamente, la Virgen del Magníficat. Pero, por desgracia, está prisionera no sólo en la cárcel de los ricos, sino también en la cárcel de los pobres. Los ricos han explotado la devoción mariana para conservarse ricos, y los pobres han hecho de la devoción mariana, una fuente de tranqui­lidad y resignación en medio de su pobreza. Así, el capitalismo ha llegado a ser la religión del mercado, que campea en el mercado de las religiones. Así, la liberación se va tornando cada día más difícil. Tenemos que libertar a nuestra li­bertadora.

CONCLUSIÓN

Rahner dedicó 535 páginas para decirnos algo acerca de una "Introducción al concepto del Cristianismo"[16]. La esencia del cristianismo es Jesucristo, pero todo Jesucristo, el Cristo Total y totalizante, sin totalitarismo alguno. Dios nos di­jo en Cristo su Palabra; pero, para escucharla, hay que tener oído de poeta y co­razón de pobre. Es necesaria la gracia de la fe. Nos sobran misas y nos falta fe. "Ite: missa est": la misa se ha acabado, podéis iros..., decía el sacerdote; y el pueblo contestaba: gracias a Dios... Es que hay unas misas por las que agrade­cemos sólo cuando se acaban: sin Evangelio, sin pueblo; en todo y para todo, y, por lo mismo, para nada. Misas que son solamente misas: el sacerdote y su estipendio... Estas misas tienen que acabarse y se acabarán solamente cuando se acaben los curas que viven de esas misas y para esas misas...

La misa que no debe acabarse jamás es la misa de Cristo, Sumo y Eterno Sa­cerdote: el Sacramento de nuestra Fe; de la fe de Él y la fe de nosotros. La mi­sa entera: la de Él en Nosotros y de Nosotros en El: Toda la vida en toda la mi­sa y, toda la misa en toda la vida. Mientras exista el pecado del mundo, Noso­tros y Cristo debernos ser el Cordero de Dios que quila el pecado del mundo. Y, mientras no quitemos el pecado del mundo, no podremos ir en paz...

Hay una misa que quedó inconclusa: la misa de Monseñor Romero, asesi­nado después de la homilía. Todos nosotros, si somos realmente cristianos, te­nemos que continuar esa misa. Aquí, en nuestra América, oprimida y creyente, ésta es la manera de ser católicos, esto es, cristianos ciento por ciento.




[1] Este artículo fue enviado a España el 16 de agosto de 1995, a propósito del Concurso Iberoamericano de Ensayos, promovido por la Fundación Lily Alvarez. Obtuvo el Segundo Premio, MERITO PARES. Y fue publicado en la Revista El Ciervo de Barcelona..
[2] Antonio Machado.
[3]La Iglesia en el Mundo actual.
[4] José Ratzinger, Ser Cristiano, Salamanca 1967, p.14.
[5] Ef 4, 5
[6] Joseph Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, Ediciones Paulinas, Madrid 1987; Yves Congar, El   Espíritu Santo.
[7]   Gál 5. 1
[8]   Caminos de Liberación latinoamericana, Buenos Aires 1972, p.74, 76, 87, 92..
[9]   Puntos centrales de la Fe. Biblioteca de Autores Cristianos, p. XIII. I
[10] Resurrección de la verdadera Iglesia, Ed. Sal Terrae, Santander 1981, p. 101..
[11]  Leonidas Proaño, Creo en el Hombre y en la Comunidad, Tercera Edición; Ed. Desclee de Brouwer, Bilbao 1993; Luis Gavilanes del Castillo, Monseñor Proaño y su misión profético liberadora en América Latina, Tesis Doctoral, Madrid 1992.
[12] G. Olegario. Jesús de Nazareth, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1975. p. 43flss; Walter Kasper, Introducción a la fe. Ediciones Sígueme, Salamanca 1976, p. 53ss; Wolshart Panemberg, Fundamentos do Cristología, Ediciones Sígueme. Salamanca 1976; Hans Urs Von Balthasar, Ensayos Teológicos, Madrid 1965, p. 57-89.
[13] Karl Rahner.  Wilhelm Thüsmg, Crístología..., Ediciones Cristiandad; Madrid 1975.
[14] Lc. 51-53.
[15] Redemptoris Mater, Nº 36.
[16] Curso fundamental de la fe. Editorial Herclcr, íi.in clona 197