MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 15 de marzo de 2013

“Maneja muy bien el poder”

El entonces cardenal Jorge Bergoglio,
en la iglesia de San Cayetano,
en el barrio porteño de Liniers
“Jorge Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder”, sostiene el sacerdote Eduardo de la Serna, del secretariado de Curas en Opción por los Pobres (OPP). Esa capacidad política sería el hilo que vincula las muy diversas facetas que De la Serna señala en el flamante papa: su conflicto con sectores considerados ultraderechistas de la Iglesia argentina, como el arzobispo Héctor Aguer o el Instituto El Verbo Encarnado; pero también su “participación activa” en la desaparición de dos sacerdotes durante la dictadura militar; por otra parte, “su capacidad para acercarse a la gente, su insistencia en que los curas vayan a los barrios, a las villas”; al mismo tiempo, “no es probable que impulse cambios en cuestiones de doctrina, como el lugar de la mujer en la Iglesia o la comunión de los divorciados”; pero, sin embargo, “bien podría ser que, sin cambiar la doctrina, tuviera gestos de acercamiento a divorciados o aun a travestis”. Los primeros indicadores de su gestión deberían discernirse en “la realización o no de cambios en la curia romana y, en la Argentina, la designación del nuevo arzobispo de Buenos Aires”.

–¿Por qué le parece que los cardenales eligieron a Jorge Bergoglio?

–Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder. Ya había sido muy votado en el cónclave anterior, cuando se eligió a Josef Ratzinger; y, en 2007, todos los obispos latinoamericanos lo eligieron presidente de la comisión de redacción del Documento de Aparecida. En cuanto a los criterios que los cardenales priorizaron con esta elección, desde ya no es probable que sea un papa de avanzada. Hay cosas que a muchos preocupan y que no creo sean para él temas principales, como la comunión de los divorciados, los temas de la homosexualidad y el aborto. En cambio, podemos esperar de su parte gestos de cercanía. Por imaginar un ejemplo: no me extrañaría que en Jueves Santo lavara los pies de un grupo de travestis: no digo que vaya a hacerlo pero sí que sería capaz de algo así, como para dejar en claro que de ningún modo los excomulga, aunque no aplauda su accionar. Entonces, no creo que promueva cambios importantes a nivel doctrinal, pero puede tener gestos importantes en el nivel pastoral –contestó el representante de OPP, que hace pocos meses cuestionó al Episcopado por aceptar la vinculación de la Iglesia con la última dictadura militar–.

–¿Podría darnos un ejemplo de esta diferencia entre lo doctrinal y lo pastoral?

–La doctrina oficial de la Iglesia dice que quienes viven juntos sin estar casados por Iglesia no pueden comulgar; pero, para muchos teólogos, eso no tiene fundamento. Bien: no me extrañaría que Bergoglio designara a un grupo de teólogos para estudiar esos argumentos: a nivel pastoral, sería un gesto de cercanía respecto de esas personas que hoy no pueden comulgar; pero crear esa comisión no implicaría en sí mismo un cambio en la doctrina de la Iglesia al respecto. Tampoco creo que con Bergoglio haya cambios en el rol de la mujer dentro de la Iglesia.

–¿Qué incidencia tendrá sobre la Iglesia argentina la designación de Bergoglio?

–Empiezo por recordar la importancia que en la Iglesia tienen los nuncios. El nuncio es el embajador del Vaticano, pero es mucho más: termina decidiendo qué candidatos a obispos figurarán en las ternas que se elevan a Roma. Hasta hace un año y medio, el nuncio era el italiano Adriano Bernardini, que propuso muchos candidatos cercanos a Héctor Aguer, arzobispo de La Plata. Pero sucedió algo muy interesante: cuando Bergoglio se acercaba a los 75 años y debía presentar su renuncia como arzobispo de Buenos Aires, el nuncio cambió; a principios del año pasado entró el suizo Emil Tscherrig, con distinta disposición. Puedo suponer que el cambio de nuncio fue una jugada de Bergoglio porque, si no, cuando renunciara, Bernardini iba a nombrar arzobispo de Buenos Aires a Aguer. Bergoglio sabe manejar el poder. Y sería ingenuo pensar que, como papa, no tomará en sus manos decisiones concernientes a la Iglesia argentina. De hecho, manifestó una actitud crítica respecto de grupos muy de derecha, como el Instituto El Verbo Encarnado. Pero en su momento fue frenado por la curia vaticana, que no debería poder frenarlo ahora.

–¿Cómo fue el conflicto de Bergoglio con el instituto El Verbo Encarnado?

–Ese grupo nació en San Rafael, Mendoza, fundado por el sacerdote Carlos Miguel Buela, que había llegado desde Buenos Aires. Es una congregación terriblemente de derecha que, por lo tanto, tiene muchas vocaciones sacerdotales: en todas partes, las derechas suelen tener muchísimas vocaciones. Pero este grupo es tan de derecha que tuvo enfrentamientos con casi todos los obispos argentinos, al punto de que la Conferencia Episcopal en pleno fue a ver a Juan Pablo II para pedirle que actuara sobre ese Instituto. Pero intervino un laico argentino, ex embajador en la Santa Sede durante el gobierno de Carlos Menem y con muchos contactos en la curia romana, y el secretario de Estado, Angelo Sodano, no sólo ignoró el pedido de los obispos, sino que en San Rafael fue designado un obispo amigo del Instituto; se autorizaron ordenaciones sacerdotales de ese grupo en Buenos Aires, que fueron hechas por Aguer, y se nombró arzobispo de Rosario a José Luis Mollaghan, el único que no había condenado al grupo. En la Conferencia Episcopal, tuvieron que renunciar el obispo Estanislao Karlic y Guillermo Rodríguez Melgarejo, que era secretario de la Conferencia. No creo que los de El Verbo Encarnado estén festejando la designación de Bergoglio.

–¿Qué otros pros o contras destaca en el nuevo papa?

–Bergoglio tiene aspectos muy negativos. En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos en la ESMA: hay firmes sospechas de que participó activamente en eso, tal como se detalló en notas periodísticas de Horacio Verbitsky (en Página/12). Esto no parece haberles importado a los cardenales. Tampoco vamos a esperar que Bergoglio aliente la Teología de la Liberación. Pero, sin embargo, en la diócesis de Buenos Aires ha sabido ser pastor. Después de arzobispos que eran “príncipes de la Iglesia” como Caggiano, Aramburu o Quarracino, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la Maternidad Sardá, bendijo a cartoneros en plaza Constitución. Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida. Políticamente, Bergoglio viene de la agrupación peronista Guardia de Hierro; a diferencia de Aguer, es capaz de tomar mate con la gente, insiste en que los curas vayan a los barrios, pone curas villeros. Ahora habrá que prestar atención a dos cosas. Una: a quiénes nombrará Bergoglio en la curia vaticana, que es un antro mafioso; suele pasar que inicialmente se confirmen los que están, pero puede ser que lentamente empiece a haber cambios. La segunda cuestión es quién será designado arzobispo de Buenos Aires: es de esperar que Héctor Aguer haya concluido su carrera eclesiástica.

Pedro Lipcovich