MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 25 de enero de 2013

Las 14 señales para identificar al mal pastor

CLAVES PARA IDENTIFICAR A LOS MALOS PASTORES QUE LASTIMOSAMENTE ESTAN EN NUESTRAS COMUNIDADES Y SE HACEN LLAMAR "LOS QUE SON" CATOLICOS PERO QUE POR SUS ACCIONES ¿SERAN?

Mons. Rómulo Emiliani
En mi intensa gira por India, donde recorrí más de 6 mil kilómetros, sobre todo en tren, para atender 11 Centros de Formación para sacerdotes, impartí diferentes mensajes y quiero compartir uno de ellos porque trasciende las fronteras eclesiales y puede aplicarse a cualquier liderazgo en la sociedad. Trató de las características negativas de todo aquél que se proclama dirigente o líder y se obtienen “por oposición” a las maravillosas líneas que definen al Buen Pastor. Veámoslas:
 
El mal pastor (mal líder) se preocupa por cuidarse él y centra su interés en ver cómo crece en fama, bienes, posición, seguridad y usa a las ovejas como pretexto, sin importarle realmente la condición integral de ellas. “No se identifica con ellas”.

Realmente no conoce a sus ovejas, y las trata como un “número” o las clasifica en “grupos por sus definiciones sociales” y sólo permite acercarse a él al grupo de privilegiadas ovejas con las que comparte algunos de sus beneficios. “Es selectivo y clasista”.

Le encanta la adulación y en su círculo íntimo sólo entra quien lo alaba continuamente, y la realidad la ve desde la óptica que le presentan los de “confianza”. Estos, a su vez, comparten cierto “poder” y generan sus círculos de influencia. “Es un ególatra con una visión parcial de la realidad”.

El mal pastor suele buscar a las ovejas cuando necesita el respaldo, sea político, religioso, social, pero una vez conseguido el poder necesario, el contacto decrece y suele aislarse nuevamente, ya que se considera superior al rebaño. “Es un interesado”.

El mal pastor no suele ser sincero con su pueblo, haciendo contactos y alianzas con elites, sacrificando principios por conveniencias, usando como carta de presentación el apoyo popular que tiene, convirtiendo su liderazgo en un mercadeo de poder para conseguir prebendas. “No oye la voz del pueblo”.

Tiene sus dioses escondidos, que suelen ser el culto al dinero y el culto a la personalidad, el culto al poder y ama la seguridad. No arriesga mucho, por eso no suele enfrentarse al lobo que ataca al rebaño. “Rehúye el conflicto”.

No da nada que no sea a cambio de algo. No hay generosidad y entrega desinteresadas, sino todo lo que hace tiene un objetivo “oculto” que le traerá algún beneficio. Si da algo, no será demasiado, nada que realmente afecte su seguridad económica. “Su egoísmo es notorio”.

Se aprovecha del trabajo de otros y no tiene el mínimo reparo de aplicarse los honores de aquellos que han hecho algo. “Es un oportunista”.

No admite que “nadie le haga sombra”, por lo que verá la manera de eliminar de su radio de acción a todo aquél que sobresalga y le pueda quitar fama o prestigio, poder o influencia. (En la historia de los dictadores es común la desaparición de líderes que tenían igual o mayor popularidad que ellos). “La envidia lo domina”.

Eso de “dar la vida por el pueblo” es parte de una retórica o demagogia dicha en momentos de euforia, pero a la hora de la verdad no hay pruebas claras de que “esté desgastándose” por su pueblo y sacrificándose palpablemente.

No promueve la unidad de su grupo y con la sociedad, sino lo más probable es que anime el sectarismo y use a su gente como una “fuerza de choque” para defenderse de quien sea. Es común llevar a la gente al fanatismo, sobre todo de su propia persona.

Con un “ego inflado” se cree muchas veces superdotado y desprecia a todo aquel que no comparte con él sus ideas, haciendo ver claramente que él tiene la verdad y que sus enemigos están todos equivocados y son en verdad malignos.

Por lo tanto, no escatimará esfuerzos para desprestigiar a su enemigo político, empresarial, intelectual, religioso o del orden que sea, hundiéndolo con intrigas, calumnias y falsedades. “El fin justifica los medios para lograr ser el primero”.

No respeta los grandes valores, sino que actúa con una moral de conveniencias, no viendo sus propios defectos y justificando sus malas acciones, pero eso sí, siendo duro y cruel con lo negativo que ve en sus contrarios.

¿Y ahora qué? Recuerdo que después de haber hablado de Jesús, El Buen Pastor, y dar estas negativas características de liderazgo, di testimonio de mi vida de trabajo ante los seminaristas y pedí a Dios perdón por mi fallos. Aclaro ahora al redactar de nuevo estas líneas que al hacerlo no me refiero a nadie en particular en mi país. Veo en general lo que pasa con el ser humano, leo tantos hechos históricos del mundo y reflexiono y digo: necesitamos siempre buenos líderes en cualquier campo de la vida. Yo no puedo juzgar a nadie; solo a mí mismo y con esto tengo suficiente trabajo.