13 de enero de 2013 Lucas 3,15-16.21-22
El
Bautismo del Señor (C)
INICIAR LA
REACCIÓN
A
juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy
"la mediocridad espiritual". La Iglesia no posee el vigor espiritual
que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más
patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.
Estos
últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el
miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la
continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las
llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando
ciegos para leer los "signos de los tiempos".
Se
da primacía a certezas y creencias
para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad
moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha
olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa,
expuesta casi siempre con categoría premodernas, no toca los corazones ni
convierte nuestras vidas.
Abandonado
el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores
importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera
callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la
institución eclesial y no pocos creyentes.
Es
urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá
despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las
raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de
las palabras de Jesús que son "espíritu y vida".
Dentro
de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas
parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Qué importante es
cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos
mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde,
pero también más evangélico.
A
nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en
herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más
centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven
desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
José Antonio Pagola