MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 19 de octubre de 2012

Colombia: "Yo no sabía que era malo matar indios"



  ...en pleno siglo  veinte, esto es increíble, es la cultura de la
violencia y la exclusión que las cúpulas del poder,  han inculcado en
el país hermano,

ESCRITO POR DANIEL SAMPER:

YO NO SABÍA QUE ERA MALO MATAR INDIOS


La Rubiera, Colombia, 500 años después de Colón


El día que comience la primavera del Llano se juzgará en

audiencia pública a seis hombres y a dos mujeres que dieron
muerte con revólveres, hachas y garrotes a dieciséis indios
cuivas, entre seis meses y cincuenta años de edad.

La matanza de La Rubiera-como se ha llamado la historia-tiene

como protagonista a seis vaqueros que nunca habían visitado una
ciudad y que conocieron la luz eléctrica en la cárcel, donde
nació el hijo de uno de ellos

Pertenecientes a una región donde se detuvo el tiempo, sólo

ahora, después de cuatro años de calabozo, han comenzado a
imaginarse que tal vez « el indio no es un animal » como se les
inculcó desde cuando tuvieron uso de razón.

Por eso sus confesiones en el momento de ser capturados, son

escuetas. En ellas se advierte el afán por atribuirse las
muertes violentas de los indios y una gran naturalidad para
rehacer lo sucedido una tarde de diciembre, no lejos del río
Canaparo en la Orinquia colombiana.

Como contraste surge la visión de esos mismos seres hoy, cuando

dicen :

« Por qué iba a pensar que era malo si a los indios aquí los

ha matado el gobierno, los matan los de la ley, los mata el
dueño del hato donde trabajo ¦Y bueno los mató mi padre y yo
creo que mi abuelo y me dijeron que los antiguos también. Y
nunca se quejó nadie » (Entrevista con el reo Luis Morín).

El siguiente es el relato de los hechos, tomado del expediente

judicial de 635 folios, que reposa en el Juzgado Segundo del
Penal de Villavicencio:

La mañana del 25 de diciembre la pesca no había sido abundante

para Anselmo Aguirre (venezolano) y Marcelino Jiménez
(colombiano). Sobre el mediodía, cuando el sol empezó a pegar
fuerte, vieron , sin embargo, algo que los atrajo inmediatamente:

Aguas arriba se remontaban tres embarcaciones pequeñas ocupadas

por dieciocho indígenas que venían de El Manguito :

« Matemos a estos bichos aquí mismo, camarita » le dijo Aguirre

a Jiménez, pero este respondió : « Aquí no, camarita , porque se
pueden escapar algunos ».

Los hombres tuvieron tiempo para hablar varios minutos y por fin

acordaron buscar un escenario más adecuado. Sería el hato La
Rubiera, en donde les darían abundante comida y tal vez algunos
regalos.

Los indígenas accedieron e iniciaron un largo recorrido,

primero por el río y posteriormente a pie.

Aguirre y Jiménez cubrieron la travesía por tierra y llegaron la

tarde del 26 al hato, donde le dijeron al caporal, Luis Enrique
Morín: « Unos indios vienen a robarse la yuca y a matar a los
marranos. Hay que pasarlos a cuchillo »

Planearon la operación y reunieron a los vaqueros, Eudoro

González, Celestino Rodríguez, Cupertino Sogamoso, Pedro Ramón
Santana, Luis Ramón Garrido y Elio Torrealba.

Al atardecer del 27 llegaron los indios pidiendo comida y

algunos de los mestizos los atendieron mientras el resto se
escondía en una habitación cercana para atacar más tarde.

Los indígenas se sentaron en el piso de un corredor y esperaron

pacientemente algo de comer, mientras María Elena Jiménez y
María Gregoria López trabajaban en la cocina.

« La comida se les sirvió en un caldero y cuando rodearon la

mesa yo fui a la habitación y di tres golpes, que era la señal
convenida, y los demás salieron por la puerta y las ventanas. Y
ahí fue cuando los indios salieron para afuera y ahí fue que
comenzamos a matarlos. Bueno, el primero que yo maté fue un
indiecito pequeño, de un machetazo. El segundo lo matamos con
Carrizales, con un revólver. Al tercero lo matamos con Anselmo
Aguirre: ese estaba herido y yo lo apuñalé con un cuchillo. Y
la otra era una india pequeña. Le di dos tiros. También maté a
otra india más zagaleta con revólver. A esa le di el balazo por
la espalda » (Declaración de Luis Morín ante el juez instructor)

Cupertino Sogamosos fue el último en abandonar el escondite.

Cuando salió al patio ya se había producido la desbandada
«Tenía en mi mano una maceta (garrote grueso) y corrí detrás de
uno que iba tirado (herido) con revólver y cuando le di con la
maceta por un costado, lo acabé de matar . Al indio herido a
bala lo rematé de una puñalada y lo atajé y ahí quedó muerto
luego. Después corrí a una niña, como que fue una niña, y le di
una puñalada en la barriga y fue a caer más adelante. Volví a la
casa y más tarde volví a la ranchería donde estaba trabajando »

María Elena Jiménez y María Gregoria López se refugiaron en la
cocina después de servir la comida, donde trataron de esconder a
los niños que sin embargo, presenciaron toda la escena.

En el centro del patio, con el tórax entre el caldero, habían
quedado dobladas dos indias, frente a las cuales cayó una
tercera que trató de meterse bajo la mesa, pero chocó con Eudoro
González que corría tras una presa:

« Ella se me atravesó- dice González en su indagatoria- y
entonces le di un machetazo en la nuca y cayó al suelo y estando
en el suelo le di tres machetazos más. Cayó boca abajo. Al
principio la india se quejaba porque había quedado media
moribunda y ahí fue cuando le di otros tres y ya quedó muerta.
Esa india tenía como ocho años de edad.

Regresé a la casa y me encontré con otra que iba saliendo por la
esquina del alambre de la palizada y la alcancé también
y le di un macetazo (garrotazo)
por la nuca y también cayó al suelo y le di cuatro más y ahí
murió. Esa no se quejó. Del primer macetazo que le di, quedó
quieta. Tenía como unos dieciocho años y un vestido amarillo y
calzones negros. La primera que maté cargaba guayuco. Luego me
sirvieron la comida y me fui a acostar »

Solamente quedaban dos sobrevivientes encaramados en un árbol
cerca de la casa, desde donde vieron la matanza de sus
familiares: los indígenas Antuco y Ceballos, quienes más tarde
darían la noticia en El Manguito.

Abajo estaban tendidos, destrozados y sangrantes, Ramoncito
(30), Luisito (20), Cirila (50). Luisa (40), Chain (19), Doris
(30), Carmelina (20), Guáfaro (15), Bengua (14), Aruse (10)
,Julio (8), Aidé (7), Milo (4), Alberto (3) y un niño sin nombre
que estaba siendo amamantado por su madre Doris.

Sin embargo, aún se escuchaban algunos quejidos de los
moribundos y « entonces Anselmo me llamó para que yo apuñalara
al indio que estaba herido detrás de la casa, en la sabana
frente a un alcornoque.

Entonces yo fui y vi al indio que estaba boca abajo que
batuliaba por pararse y entonces yo lo apuñalié con una puñalada
en la espalda sobre el pulmón izquierdo. Le enterré el cuchillo
como unos cuatro dedos y entonces, el indio se volvió patas
arriba y ahí muria Ese tenía como unos veinticuatro años. Pero
quiero agregar que cuando maté al indio de ocho años, como vi
que había quedado vivo y como se me había acabado el pertrecho,
le di también un macetazo. A una india zagaleta, como de siete
años de edad, la logré alcanzar porque la indiecita iba
corriendo, pero le di el primero por la nuca y ahí se cayó.
Luego la agarré en el suelo. Yo no sabía que era malo matar
indios » (Declaración de Luis Morín)

La mañana siguiente fue tibia. Un poco antes de las siete, los
hombres que habían dormido en el hato, »sin decir nada porque
para qué?, » se dispusieron a retirar los cadáveres de los
indígenas.

Trajeron cuatro mulas y ataron los cuerpos por parejas a las
colas, y se fueron a un claro de sabana donde hicieron un
arrume.

María Elena Jiménez recuerda cómo en ese momento, « cuando
estábamos cargando los cadáveres, escuché que una indiecita se
quejaba, pues tenía una puñalada en el pecho y entonces el
compadre Helio Torrealba la acabó de matar dándole un machetazo
en la cabeza, por la frente , y la indiecita se quedo quietica».

Luego, María Elena ayudó a arrastrar a otro hombre y a otra
mujer. « El era ya viejo y grande. Tenía pantalón y camisa. Yo no
me acuerdo del color porque estaba muy revolcado ese bicho. La
mujer era una india vieja, de unos treinta y ocho años y tenía
un camisón pintado, era un trapo viejito, deschilangadito ;
tenía una herida de un tiro que le entró por el espinazo y le
salió por la barriga. »

« Los cadáveres fueron amarrados por las patas; se hizo en la
sabana un solo montón de indios que quedó de una altura de un
metro de alto, más o menos, y los chiquitos fueron colocados
encima de todos los cadáveres. Los hombres le echaron leña
encima, palma, guadua, y les regamos un galón de gasolina. Ahí
duraron quemando más de un día luego les regamos huesos de vacas
muertas para que no se notara. A los dieciocho días vino la ley
y nos puso presos ».

A lo largo del proceso, los acusados han tenido varias
entrevistas con los jueces. De ellas sobresalen algunas que
extractamos del expediente en forma textual:

Juez: « No cree que matar indios es delito ? »

Sogamoso: »Yo no creí que fuera malo ya que son indios »

Juez: « Antes había matado indios ? »

Torrealba: « He matado antes indios y los enterré en el sitio
llamado El Garcero »

Juez  « Que otras personas han participado en la matanza de
indios ? »

Torrealba: « Rosito Arenas que vive en Mata Azul, cerca de
Lorza, José Parra, Deca de Lorza, Esteban Torrealba, mi tío»

Juez: « Es costumbre en la región matar indios? »

González  « Antes don Tomás Jara mandaba a matar a los
indios. Por eso ese día yo maté a esos indios porque sabía que
el gobierno no los reclamaba ni hacía pagar el crimen que se
cometía »

Juez: « Que le enseñaron del indio ? »

Morín: « Pues allá los catalogan como animales salvajes?

Juez: « Y quien se lo enseñó ? »

Morín: « Pues desde chiquito. Me enseñaron que ellos son muy
distintos a nosotros »

Juez: « Por qué lo hizo ? »

Garrido: « Porque desde niño me di cuenta que todo el mundo
mataba indios: la policía, el ejército y la marina, allá en
el Orinoco mataban a los indios y nadie se los cobraba »

Juez: « Que piensa de los indios? »

María Elena: » Son igual que un cristiano pero les falta lo
que a uno: la civilización »

Juez: « Ajá,. Y usted cuando se civilizó ? »

María Elena: « En estos cuatro años. Aquí en la cárcel »

Definitivamente Salvador de Madariaga se centró en la realidad
cuando describió así el amanecer del 12 de octubre de 1492.

« La tierra estaba quieta, viviendo su ensueño matinal como lo
habían hecho durante tantos siglos, en bendita ignorancia de lo
que significaba aquella mañana fatal que cerraba para siempre
una era de paz en los jardines de su alma. Las carabelas se iban
acercando a la costa; quebradas, manigua, tronco de árboles
extraños, roce de alas que asustan. La isla comenzaba a
entregarse a los intrusos, todavía medio dormida, medio en
sueños. Gritó un papagayo, un puñado de hombres ligeros y
desnudos bajó corriendo hacia la arena y se quedó parado en
asombro ante las velas fantásticas. El ensueño de la isla se
había desvanecido para siempre. Había muerto una era »

En 1967 Colombia se llenó de estupor ante lo que se llamó
«La matanza de la Rubiera».

La colonización progresiva, la cacería de indios (conocidas
generalmente después como «Las guajibiadas»)



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Jamaica SOU, SIM SOU